“HE REPETIDO LA PALABRA ¡GRACIAS! DURANTE VARIOS MINUTOS SIN PARAR»
Testimonio de mi experiencia con el sapito y cómo lo estoy integrando en mi vida cotidiana. «JM, profesor de filosofía».
«La toma del sapito es el suceso más extraordinario que he experimentado en mi existencia. Puedo decir, al cabo de tres días de haberlo vivido, que ha transformado mi visión de la realidad de un modo que mi círculo cercano constata y testimonia: ahora sé que el mundo de lo cotidiano es parte de un orden cósmico que lo trasciende, y al cual ha podido acceder por unos instantes absolutamente imposibles de codificar en las palabras mediante las que nos relacionamos con lo ordinario.
Solo puedo expresar lo vivido como un viaje instantáneo a la eternidad, un “big bang” que, en cuestión de segundos, hizo “explotar” mi conciencia, lanzándola en todas direcciones hasta hacerla abarcar el infinito.
Si estas palabras resultan chocantes, así ha de ser: el “viaje” que induce fumar el veneno secretado por el sapo Bufo Alvarius es un “shock” para el que no cabe otra preparación que la de confiar. Y hablo de “veneno” en el sentido genuino del término, “sustancia que produce alteraciones funcionales”, pudiendo ser esta alteración la remisión de una enfermedad o mal. Al decir de Paracelso, “lo que en grandes dosis mata, en pequeñas dosis cura”. Puedo decir que a mí me ha curado de vivir con pesadumbre y sin alegría.
La clave de esta curación es la dosificación, el cuidado y el saber con que el chamán Alberto Guzmán fue administrándonos esta prodigiosa medicina a los participantes: apenas unos segundos de inhalación profunda y a continuación lo que solo puedo describir como el más increíble orgasmo que pueda concebirse, el verse lanzado fuera de la mente a las vastedades del tiempo y del espacio en un estallido de luz inconcebiblemente hermoso, maravilloso y abrumador a la vez, y en el que solo existía como conciencia pura, sin que mis certezas, pensamientos, mente ni cuerpo la acompañaran. Nada de lo que me limita participó de la experiencia. Crucé un umbral en el que el infinito que me habita se fundió con el universo entero, mostrándome que no son dos realidades distintas, sino una sola.
No hay otro modo de consignar lo que viví que decir que lo ví todo, lo fuí todo y lo comprendí todo por unos instantes indescriptibles.
Regresar de esa revelación me devolvió a una realidad que ahora mis sentidos percibían más nítida y precisa: el color del cielo, las tonalidades del verde de los árboles, el sonido de los cantos con que el chamán Alberto Guzmán, y Yadira, su esposa, me acompañaban, todo era extraordinariamente rico y variado. Sentí que había muerto y resucitado, y recuerdo que lloré de pura emoción por la alegría de sentirme vivo. Mi cuerpo se sacudió, desbordado por el torrente de emociones que lo recorrían como si la energía de la madre tierra me activase. Solo pude repetir la palabra “gracias” durante unos minutos en que me sentí conmovido y feliz, inmensamente feliz».
«JM, profesor de filosofía».
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