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¿UN CHAMÁN, UN PSICÓLOGO Y UN FACILITADOR DANDO AYAHUASCA? Este detallado relato de una participante a 3 retiros lo dice todo.

MIS TRES PRIMERAS EXPERIENCIAS CON LA AYAHUASCA Y EL EQUIPO DE INNER MASTERY INTERNATIONAL

¿Por qué insistimos tanto en que se hagan 3 retiros dentro de los 90 días? un ciclo de 3 lunas es un tiempo ideal para hacer un proceso inicial e iniciático con Ayahuasca.

 

PRIMERA TOMA

No me gusta la Nochevieja, la necesidad de tener que divertirse precisamente esa noche. Había planes por ahí que medio me convencían, pero no me ilusionaban. Ningún plan con amigos de verdad, algo cálido y tranquilo. Hace años había leído los Diarios de la Ayahuasca, de Allen Ginsberg y William Borroughs. Impresionante, aunque no muy divertido, pero se me quedaron ahí. Hace un par de semanas alguien de mis amigos del FB comentó sobre un encuentro terapéutico con ayahuasca, y me interesó pero lo dejé pasar. El mismo día 29 por la noche, sin demasiadas esperanzas, les contacté. Me dijeron que sí y… me lié la manta a la cabeza, así sin saber ni a donde ni a qué, ni porqué y me fui.

No merece la pena que entre en detalles de organización, personas y charlas. Me sentí segura, protegida y dispuesta a “buscar” en mi interior, con ayuda de la ayahuasca, lo que hubiera necesidad de saber.

Durante la tarde hablamos de las experiencias de otras personas que habían pasado allí la noche anterior. Algunas experiencias me parecían aterradoras, otras tan hermosas que parecían casi cuentos de hadas. Si hay que hacer alguna conclusión es que todo es posible. Cada uno vive su propio proceso, pero hay un denominador común: la paz posterior. La comprensión, la aceptación.

También hablamos de nuestras motivaciones para estar allí. Lo que buscamos o creemos que buscamos. Es increíblemente clarificador manifestar lo que crees que te ha llevado hasta allí y cuando hurgas un poco más, y eso los integradores del equipo lo hacen muyyyy bien, descubrir que hay más, mucho más de lo que has expresado en el primer momento.

Comenzamos a las 11 de la noche. Salón muy confortable, luz tenue, música/sonidos de selva, divanes dispuestos alrededor, todos allí (éramos 14 participantes, un psicólogo, un chamán y una chica que nos cuidaba) confortablemente instalados, mantas, cojines… y un cubito para vomitar porque la gente suele vomitar, y bastante, en estos casos. Lo asumí, si hay que vomitar, se vomita.

Tomamos un cuenco pequeñito de una sustancia parecida al chocolate, un poco con sabor a tierra. Nos pidieron quedarnos sentados al menos la primera media hora, para evitar dormirnos. Alguien había comentado por la tarde que el miedo da frío. Yo pensé, entonces nada más tomarla, que la felicidad es azul, azul del Jónico. Y me situé en la popa del velero en el que suelo navegar en los veranos,  dispuesta a lo que viniese. La música/sonidos de selva me acompañaban, como que soplaban las velas… pero nada de flipar ni nada. Y de pronto, unas figuras geométricas, como un tetrix en 3D, al compás de los sonidos de la música, y una niña (yo) con una jaula de grillos (algo que había olvidado), y mi padre cantándome, y mi abuela en su patio contándonos historias, y mi madre en el río… una sucesión de imágenes vívidas, como si realmente estuviese allí, sintiendo los olores, las voces, el aire, el agua. Siendo parte de.  Me dejaba llevar y aparecían escenas de mi vida, de cualquier período de mi vida, algunas olvidadas, otras más recientes, siempre con una alegría inmensa, siempre sintiendo un enorme cariño de todas y cada una de las personas que iban pasando. Yo estaba plenamente consciente, escuchaba a los demás reír, o llorar, o hablar…o vomitar. Al poco rato sentí que debía ir al baño, fui, genial. Estaba como ligera, feliz y dispuesta a seguir navegando esas visiones. No se cuanto tiempo duró, pero pasaron por mi muchísimas personas de mi vida, algunas a quienes incluso había olvidado, mi familia, los amigos, los novios, algunos compañeros de trabajo, siempre con alegría. Sabía que la ayahuasca puede traerte visiones feas, dolor, pánico incluso. Me dejaba llevar por lo que ella quisiera mostrarme, como cuando vas en el velero y van pasando las olas, los pájaros, el viento. Un carrusel con lo mejor de mi vida, por lo que pensé que a lo mejor me estaba muriendo, porque mi vida pasaba delante de mis ojos como diciéndome, mira que bien, has tenido una buena vida, has amado y has sido querida…

Luego nos dijeron que podíamos tomar de nuevo. Y lo hice. Pasé por el baño otro par de veces, creo, tampoco lo recuerdo todo. Me dijeron que reí toda la noche, que una de las veces que volví del baño incluso bailé. Apenas lo recuerdo.

Tras la segunda toma, las visiones cesaron y la música se apoderó de cada fibra de mi cuerpo. Yo era la música y la música era yo. Y de pronto comencé a hacer conexiones extrañas, de un modo clarísimo veía a las personas y entendía, como una iluminación, porqué habían hecho lo que habían hecho, o porqué estaban mal, o porqué me necesitaban. Es difícil explicarlo. Solo un ejemplo: hace unos años me enamoré como una adolescente, poco después él  me dejó y me destrozó durante mucho tiempo. Le he perdonado, claro que sí, incluso le he olvidado. Y cuando apareció entendí por qué no quiere verme, porqué me esquiva aunque nos movemos en el mismo círculo. Culpa. Se siente culpable por el enorme daño que me hizo. Me di cuenta de que  yo ayudé a crear ese sentimiento cuando le envié mi poemario con todo lo que había sufrido. Se lo hice leer, enterito. Sé, porque así me lo dijo, que le había machacado. Culpa. Y es tan sencillo hacerle dejar de sentir culpa… decidí que le voy a escribir y a decirle lo que siento.

Se repitieron ese tipo de situaciones con muchas personas de mi vida, entendí comportamientos, me preocupé por indagar en algunas otras personas o sentimientos, pero no, la ayahuasca no me dejó. Sentía, sabía, que no era el día para ello. Era como si me dijese, así lo viví, hoy quiero que seas feliz, otra vez, ya nos veremos.

Y de pronto, mi abuela paterna, la que me enseñó a leer, aparece y me abraza y me dice que gracias por dedicarle mi primer libro, que ni imagino lo orgullosa que se siente de mi. Estuve llorando de felicidad acurrucada entre sus brazos mucho rato. Aparecieron mis abuelos muertos, mis amigos muertos, y me hicieron sentir genial, porque notaba su cariño y que estaban en paz. Yo, tan atea y tan aferrada a la realidad… (A la ayahuasca la llaman la liana de los muertos).

Y conexiones, similitudes entre situaciones que yo nunca había visto, comprensión, paz y la sensación de lo frágil de la vida, de la importancia de los afectos, de las pequeñas cosas que cada día llegan a nuestra vida.

Fue un descubrimiento. No ocurrió nada extraordinario, no sucedió nada que que no estuviese en mi cabeza, no faltó nadie, ninguna de las  personas que de verdad me importan,  faltó a esa cita de nochevieja sin uvas, ni alcohol ni cena de gala… y siento que fue la noche más feliz de mi vida. Reí, lloré de pura felicidad, tuve las claves para muchas cosas que me preocupan o me inquietan.  He aprendido muchas cosas.

SEGUNDA TOMA

Tres semanas después de la primera.

¿Por qué vine una segunda vez? Mi primer contacto fue tan maravilloso, tan esclarecedor, que me regalé una nueva experiencia.

Tras aquella primera vez no sólo con la Ayahuasca sino también con el proceso de integración, análisis, puesta en común y estrecha convivencia con los integrantes del equipo y el resto de los participantes, entendí cómo hay determinadas pautas en mi vida, determinadas acciones, respuestas automáticas, bloqueos emocionales, negaciones, situaciones que producen dolor y angustia. Las vivencias de la primera noche, tan mágicas, tan excepcionalmente maravillosas, como un regalo de bienvenida al año nuevo, trajeron también una nueva forma de enfocar. Entender que las motivaciones internas de cada uno, al fin, son comunes a cualquier ser humano: ser amado, ser respetado, escuchado, comprendido, perdonado… y poner en práctica una nueva forma de tratar con la gente que quiero, con aquellos que simplemente aparecen durante un breve espacio de tiempo en tu vida, quienes llamaríamos gente de paso (amigos de amigos, conocidos, familiares con quienes apenas tenemos más que un breve contacto momentáneo) es sencillo: ponte en su lugar. Ama, respeta, perdona.

En apenas dos semanas han cambiado muchas cosas en mi relación con otras personas. Mi forma de comportarme ha cambiado mi relación con esas personas. Y de pronto, casi de inmediato, descubres que todo fluye mejor, más armonioso. Amor, respeto, perdón. Lo canta maravillosamente bien Darwing Grajales en aquella canción que escuché por primera vez en aquella primera toma, y que me tocó muy profundamente: Lo siento, perdón, gracias, te amo.

Toda esa nueva visión es lo que me ha traído aquí de nuevo, a continuar este proceso de autoconocimiento.

Fue una noche muy reveladora.

Tras la reunión de la tarde, la puesta en común de las motivaciones que nos han traído a cada uno aquí, en un clima de absoluta confianza, me dispuse a entrar en el yo interior con calma y tranquilidad.

En el silencio de la noche, roto tan solo por el leve soplo del aire acondicionado, volví a colocarme mentalmente en uno de esos momentos felices: en la popa del velero, navegando por el Jónico, acariciada por el viento, el sol  y el sonido del agua lamiendo el casco del barco. Navegar en mi elemento, el agua, el mar.

Siempre había pensado que mi totem animal era un águila o buitre, pero de pronto me vi de otro modo.  Realmente lo que soy es una enorme, vieja y cantarina ballena y como ballena vieja y grande que soy recorrí el mar. Navegué por todos los océanos. De sur a Norte, desde el Atlántico frío hasta los trópicos, los cambios de la temperatura del agua, la diferente salinidad, el viento, las llanuras abisales… Hubo un momento especialmente hermoso, nadando en los fiordos, da igual si Noruega o cualquier otro sitio, las ballenas no sabemos de fronteras, y escuchaba los pájaros cantar desde tierra.  Sus cantos resonaban en las paredes del fiordo y yo les contestaba con mis cantos y ellos me hablaban de vida, de esperanza, de alegría. ¡Una comunicación plena entre seres tan distintos!  También recordé a los hijos que tuve y el inmenso amor que me une con ellos, a los que perdí, a todos los que amo, a los amigos dispersos por los océanos y entendí que tengo que cantar, que tengo que seguir contando historias para que no estáis solos, para que no estemos solos,  para que sepamos que aunque el océano es inmenso estamos conectados.

Tras esa sensacional experiencia, todo se detuvo, se calmó y comencé a percibir que había dejado algo pendiente de resolver. Lo recordé, lo entendí y decidí qué camino seguir. Una claridad excepcional.

Todo se detiene de nuevo, en paz.

La tercera revelación es más extraña aún. En mi primera experiencia, había conectado con un sentimiento de absoluta armonía y amor con un hombre al que amé excepcionalmente, y a quien perdí. Quería, pedía a la ayahuasca volver a revivir aquellos instantes, y ella me los mostró de nuevo, pero con otro enfoque: entendí qué era aquello que tanto me había conmovido. Y además estableció una curiosa conexión, de nuevo alguien a quien quise y perdí, de nuevo. Comprendí porqué había sentido todo aquello y porqué lo había perdido. Un absoluto paralelismo entre ambas situaciones, algo así como una ecuación matemática perfecta. Ellos me habían dado una entrega absoluta, esos momentos de identificación absoluta con otro ser humano. Momentos en los que también yo me había entregado sin reservas. Una entrega temporal. A veces su nivel intelectual no me era suficiente, otras veces era su estar, otras veces… No soy capaz de mantener la entrega. Esa capacidad de entrega que debo cultivar en mi interior, esa misma tan poco habitual, tan excepcional, es lo que pedí.  Me prometí a mí misma no dejar escapar de nuevo ninguna oportunidad.

Blanco, se hizo el vacío. Y de pronto estoy a bordo de la Estrella de la Muerte, surcando el aire a gran velocidad entre dos paredes de un cañón en un valle profundo, sintiendo aún la felicidad de la entrega absoluta. De pronto, la velocidad disminuyó y apareció algo así como una cubierta de estrellas sobre las paredes del cañón y sobre las estrellas una imagen. La imagen de alguien que conozco. No, ni de coña, él no. Jamás. Te estás equivocando amiguita. Y la voz de la selva en mi interior, diciendo ya sabes que huele bien, que es inteligente, buen tío, íntegro y culto, que su cuerpo y el tuyo con seguridad van a entenderse… alguna vez has pensado que molaría llevártelo a la cama, pero no. Es demasiado complicado, extravagante y loco, solo te traería problemas, decía mi voz muda, y la voz de la selva me contestaba ¡y eso qué importa! Lo esencial es su capacidad de amar y entregarse, esa capacidad que tan escasísimamente se encuentra. Es complicado, sí. ¿desde cuando te interesan las cosas que no son complicadas?  Ningún hombre te interesa, o es un poco machista, o no es culto, o es un desastre en la cama, o no te gusta cómo habla, o no te gusta cómo vive su día a día… Deja de quemarte en esa búsqueda que solo te trae soledad y frustración. Es él. Y entonces, mi amiga  Ana diciendo “! No jodas Mery!” Y mi voz muda riendo, sabiendo que siempre estuvo ahí y no quise verlo

Es él. .. Es divertido, íntegro, sabe mimar a los que le rodean y sabe cuidar a su niño interior. También es excéntrico, siempre dice lo que piensa, se enemista con la gente porque no se calla lo que siente… es un poeta loco. Es un reto importante. Un tirarse al vacío y saber que vas a caer en una cama elástica con subidas y bajadas. Me aburre la monotonía, la vulgaridad, el cada-dia-igual-que-el-anterior, el tedio.

Y recordar de pronto que la anterior vez en la selva, al salir por la mañana y mirar en Facebook, lo primero que encontré fue un poema suyo que me tocó el corazón.

Anoche sí vomité,  dos veces, sin dolor sin malestar.

Creo que el primer vomitó fue dolor y soledad y en el segundo vomité Sociedad. Es difícil explicarlo pero creo que ya tengo una edad y una ocupación que me permiten hacer con mi vida lo que realmente quiero hacer y dar de lado muchos, demasiados convencionalismos. Hay que vivir en el borde, estar sin estar, jugar a estar en esta sociedad, pero sin creérselo. Es complicado explicarlo.

Hubo unos momentos de calma absoluta en los que comencé a tener visiones de algo que se podría parecer a infinidad de cadenas de ADN entremezclándose. Como si realmente todos fuésemos la misma parte de un todo. Algo hermoso, muy hermoso.

Y la siguiente revelación fue que mi cuerpo tiene la capacidad para sanar a otros con los abrazos con los besos con el sexo también. Mi sexo es sanador, me repetía esa voz interior, la voz de la selva. Es curioso porque el primer síntoma de que ya estoy en brazos de la Ayahuasca, y me ha ocurrido las dos veces, es que mi clítoris es el vórtice del Universo y a partir de ahí el universo y yo somos uno.  Entonces sentí y viví que mi cuerpo y el otro cuerpo, de una forma casi milagrosa, habían creado 8 bocas coincidentes y exactas. Es algo indescriptible besar y ser besado por 8 bocas a lo largo del cuerpo,  es una experiencia alucinante.

Cuando la experiencia cesó, mi voz dijo «madre Madre Tierra llévame donde quieras, yo me dejó» entonces ella me dijo “llámame hermana porque tú también eres madre tierra”.
Entonces viví el momento de mi concepción, ese momento en el que mis padres, con un amor infinito, me concibieron. Y recordé momentos maravillosos pasados con ellos. Se quieren de verdad y me quieren. Mi madre es tan fuerte es tan valiente, y yo nunca se lo digo y he de hacerlo. Pude sentir que ella está bien y mi padre se está marchando en el marasmo del Alzheimer, apenas queda nada de él ya. Supe también que va a morir muy pronto y que tengo que abrazarle más porque sé, ahora lo sé,  que su piel siente y pude conocer el amor enorme que le tengo. Mi padre se marchará pero no del todo porque siempre va a estar conmigo, con nosotros, con los que amamos. La vida es solo amor.

El resto de la noche fue suave, emocionado, lleno de recuerdos dulces de mi infancia con mi padre. Solo amor.

Aún me queda una noche aquí. Otro viaje hacia lo desconocido.

TERCERA TOMA

Durante la tarde hemos tenido un encuentro de veras clarificador y sorprendente. Hemos hablado del odio, de la rabia reprimida, de cómo nos condiciona sin nosotros darnos cuenta. Y he presenciado cómo todo ese odio y rabia pueden salir y reconducirse. He entendido muchas cosas esta tarde, he vuelto a recorrer mentalmente mi camino, todos los hitos que me han traído hasta aquí, a través de las experiencias de los demás, he podido ir recogiendo pedacitos de pan como Pulgarcito, para ver el camino recorrido e intuir lo que aún falta por caminar. La sesión de la tarde, con Alberto, ha sido muy enriquecedora. Estoy deseando ver qué me depara la noche.

Tras la toma, e inmediatamente antes, en el silencio y recogimiento de la sala, vuelvo a ubicarme en la popa del barco. Allí, de pie, sintiendo el viento en el cuerpo, la caricia del sol y el sonido de velas y olas, me dispongo a esperar. A que el mar me lleve.

De nuevo, al cabo de un tiempo que no sabría definir, suena una flauta lejana, un salmodio de hojas secas que agita el viento, y como un vendaval que ves de lejos, como cuando va llegando el viento hasta el barco, ves acercarse la superficie rizada del mar, cada vez más cerca. Y lo que llega no es el viento, es un incremento enorme de calor, ubicado exactamente en mi clítoris. Mi clítoris, conectado al universo, se expande y crece. Siento una enorme excitación sexual, una cópula salvaje con el universo. Y todo mi cuerpo se inunda de luz, de energía, de comprensión, de amor. En las dos primeras ocasiones, esa energía se expandía por todo mi cuerpo e irradiaba hacia los demás, luego se disipaba y comenzaban las visiones. Esta noche he sentido un orgasmo físico, absoluto y enorme. Me he sentido en paz, así con mayúsculas. En paz y a la espera de lo que llegase.

No ha nacido ninguna visión, ninguna forma geométrica, nada. Solo los sonidos de los instrumentos de la selva que tocaban los chamanes, la tibieza de los cuencos tibetanos, allí con los ojos cerrados, en una paz inmensa y a la espera. Alguien vomitaba salvajemente, unos gritos que desgarraban la noche y me inquietaban, me arrastraban, me molestaban. Alguien hablaba, una voz monótona y discordante, me distraía y me enervaba. Silencio. Espera. A bordo del barco de nuevo, a la espera del viento. Un pasaje de una ópera, Wagner quizá, suena a un volumen muy alto. Me molesta. Me duele. Me distrae. La chica que vomita sigue gritando desgarrada. La música me hiere. No puedo escapar de aquí. No puedo abandonar este lugar mientras siga bajo los efectos de la ayahuasca. Pero la música me hiere, los gritos me rompen, la voz comienza a enfadarme. Termina el aria de ópera, suspiro aliviada. La música ha sido un magnífico vehículo conductor las otras veces. Un segundo después, tras ese silencio liberador, comienza a sonar muy alto El Aprendiz de Brujo, de Goethe, o la versión de la película Fantasía. Me molesta aún más que el aria anterior. Está muy alto y siento que me agrede. Odio al chamán que está seleccionando la música. Echo de menos a César y sus canciones sencillas, apegadas a la tierra, ritmos sencillos y mensajes de amor. Pienso que la elección de la música la está haciendo un gilipollas desde su cerebro prepotente, para demostrarnos lo culto que es musicalmente. Tan alejado de la sencillez de la música que te lleva a la paz y al amor. Quiero volver a aquella canción de “lo siento, perdón, gracias, te amo” que César nos pone. Siento esta música casi como una violación de mi ser, algo que no puedo parar, que no puedo cerrar, algo a lo que estoy expuesta sin remedio. Comienzo a encontrarme mal, realmente mal. Quiero levantarme y romperlo todo, parar la música, callar a la chica que vomita y grita, al tonto del haba que habla sin parar y solo dice gilipolleces, quiero romperlo todo y que el mundo se paralice, que deje de dolerme. Me encuentro cada vez peor. Quizá quiera vomitar. Quizá quiera ir al baño. Lo que realmente quiero es matar, matar a alguien. Otro silencio liberador, la música ha parado, trato de concentrarme. Y de pronto ¡zas! Un tema musical tétrico, oscuro, pinchoso. Me siento morir. Me levanto a vomitar pero no son sólo vómitos. Me voy corriendo al baño, vomito y tengo una colitis líquida, todo al mismo tiempo. Me siento morir. Por arriba y por abajo. Sabía que esto podía pasar, nos lo habían contado. Al menos aquí me siento a salvo de la agresión de la música, la chica que vomita y el tonto que habla. Me quedo un rato en el baño hasta que todo va cesando. Estoy débil y me estoy quedando fría. Vuelvo a la sala. Me tumbo y tiemblo de frío. La rabia y el odio han cesado, aunque la música sigue siendo la misma mierda, ya no me agrede. Tengo mucho, mucho frío. Marisa me acerca algunas mantas y me cubre, pero sigo helada. Entonces me doy cuenta que desde los dedos, de las manos y los pies, me está naciendo hielo. Mis dedos son trocitos de hielo, un hielo sucio y gris, bloques de hielo, polígonos perfectos de hielo como con restos de ramas y tierra. Un hielo que avanza desde mis manos y mis pies, mientras el frío me atenaza el cuerpo. Y el hielo avanza, avanza tan deprisa que siento que va a llegar a mi corazón y va a pararlo. Entonces moriré. No quiero morir, no de esta forma estúpida, congelada en hielo sucio. Pero el hielo avanza. Siento el hígado haciéndose cristales de hielo. El estómago, vacío, se congela rápido. Voy a morir. Ahora ya sí que es definitivo, se me está congelando el corazón. Y lo acepto. Pues si hay que morir, se muere. He tenido una buena vida. He sido feliz, me han querido y he querido, si hay que morir se muere. Y de pronto, Darwin Grajales canta, canta aquello de suéltalo, suéltalo, suéltalo, déjalo que se vaya… y el hielo comienza a retirarse. No hay dolor, el hielo se va y mi cuerpo comienza a recuperar su temperatura. ¡Estoy viva! Déjalo que se vaya… y lo dejo ir. Una paz absoluta me llega. Canto, uno mi voz a alguien más que está cantando. Reconozco a César, su voz cálida me arropa. Confío en César. Y me dejo llevar. Todo está en orden, todo está en paz. Soy yo, y un enorme amor me rodea. Sigue la música “cálida”, yo estoy feliz y canto, sigo el ritmo con los pies, con las manos, con la voz. Soy música durante mucho, mucho tiempo. Soy música feliz.

Marisol

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Alberto José Varela

Fundador de empresas y organizaciones; creador de técnicas, métodos y escuelas; autor de varios libros. Estudiante autodidacta, investigador y conferencista internacional, con una experiencia de más de 40 años en la gestión organizacional y los RRHH. Actualmente crece su influencia en el ámbito motivacional, terapéutico y espiritual a raíz del mensaje evolutivo que transmite.

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