LA TRANSFORMACIÓN NACE EN LO PROFUNDO DEL SER INTERIOR.
Del lleno absurdo al vacío consciente, para crear aquello que nos conduzca a la reconciliación.
Hoy, 20 de marzo, me desperté a las 5 de la mañana pensando en miles de personas que me escuchan o me leen, inmediatamente me levanté y permanecí en silencio durante 2 horas escribiendo esto para los lectores del blog.
Antes de que todo existiera sólo había un adentro, aún no existía el afuera. Y es justamente en ese adentro lleno de actividad energética donde ocurrió algo que generó una explosión, a partir de la cual nació el afuera.
El adentro dejó de existir y desde entonces, únicamente existe un afuera en constante expansión. Es el viaje hacia el infinito lo que caracterizó a ese impulso expansivo y que a su vez guió a las partículas originales a que nacieran como consecuencia de choques subatómicos. Luego la gravedad se ocupó del resto; desordenó la energía convertida en materia, la atrajo y alejó, para finalmente crear polvo de estrellas y el caos necesario para que surja este modelo de universo existente.
Todos los seres humanos somos parte de lo exterior y estamos tan afuera como todo lo que existe. Somos producto de la creación y por lo tanto, estamos guiados por el mismo modelo original. Algo explotó en lo más profundo de nuestro ser y entonces salimos expulsados hacia afuera en la búsqueda de sentido y de destino. Lo que explota dentro de cada uno de nosotros está relacionado con los sentimientos, con los traumas que experimentamos a corta edad, con las heridas que se nos producen cuando somos todavía inocentes. Luego el viaje que realizamos afuera adquiere infinitas direcciones, velocidades y maneras de crear el mismo caos que ocurrió en la creación original. A diferencia de la gravedad, los humanos utilizamos el rechazo y la aceptación como energía que nos atrae y aleja. En este sentido, todos los que consideramos el amor como guía hacia el desorden, hacia los choques y hacia la atracción, estamos en plena actividad creativa; nosotros también somos creadores y nuestra especialidad es crear realidades.
La realidad original nace como consecuencia de la percepción que creamos acerca de lo que experimentamos. Todo lo que vemos genera una realidad perceptiva que es producto de nuestra interpretación. El encuentro de nosotros mismos con el entendimiento de que nos ocurren cosas es en sí mismo una explosión interna. Darnos cuenta es la gran explosión humana. No importa lo que nos ocurra ni lo que interpretemos acerca de ello, la consciencia no deja escapar ninguna ocasión para crear realidades. Es así que la mente humana se ha convertido en un almacén de memorias de realidades que fueron creadas por la consciencia.
Si la consciencia explotó en el big bang, este fenómeno se debe reproducir en todo aquello que llegue a un punto donde su límite se rompe. La mente debe explotar. Por lo tanto, así como ha sido necesario desarrollar la membrana o piel que nos contiene, y dado que dicho límite orgánico no puede explotar, se hace imprescindible estar rompiendo permanentemente los límites dentro de la actividad interna de nuestra mente. La mente es una acumulación de interpretaciones, y éstas a su vez producen conclusiones; lo único que puede cumplir con el mandato de explotar son las ideas que habitan dentro de nuestra mente. La idea de lo que es la vida, la humanidad, el otro, las relaciones, el amor o la vida; esas ideas que nos poseen son el guion que dirige cual arquitecto la creación de nuestra realidad.
Vuelvo a hacer énfasis en un concepto clave: lo interno no existe. Con lo anterior quiero decir que el cúmulo de pensamientos que hemos desarrollado proviene de afuera, la mente es una implantación de lo externo como producto de la consciencia que poseemos y por lo tanto, podemos decir que en esencia conservamos la inocencia. Cuando somos niños puros e inocentes se nos puede inculcar cualquier creencia sin que vayamos a impedirlo, entonces se crea una mente que no es nuestra y la consecuente idea sustituta de lo que genuinamente somos. Es así que lo que creemos ser no corresponde con nuestro interior, sino que simplemente se trata del afuera internalizado y que nos da una sensación -aunque falsa- de que hay algo adentro. Lo interno está lleno de todo tipo de cosas del afuera que hemos visto, escuchado o percibido de algún modo, se compone de todo tipo de palabras y órdenes que han venido del exterior y que han creado pensamientos y mecanismos que defienden el afuera acérrimamente. Cómo si fuéramos un sistema de defensa de lo externo en nosotros.
Lo que llamamos proyección, no es otra cosa que una explosión hacia afuera de lo que está adentro, pero que no es algo propio sino algo que nos ha sido introducido sin querer. Ira, violencia, maltrato, agresión en sus diversas formas; todas estas emociones y sus manifestaciones provienen del mismo conflicto: hemos sido abusados, nos han llenado de todo tipo de creencias, pensamientos e ideas, y no hemos podido impedirlo.
Todos los que de alguna manera iniciamos un camino de transformación como consecuencia de habernos dado cuenta de que algo no funciona o que hay algo que no encaja, más tarde que temprano tomaremos conciencia de que estamos llenos de lo externo, y que lo interno no se generará hasta que no explote algo dentro nuestro y comience a viajar en el espacio y el tiempo. Las ideologías son ideas que han explotado dentro de un espacio invadido de algún individuo. Una guerra o atentado es la explosión de un sentimiento dentro del espacio abusado de alguna persona. La explosión de lo externo impuesto dentro nuestro produce muchos tipos de efectos destructivos, pero en ocasiones, también explotan brillantes ideas creativas que se reflejan en la escritura, el arte, la ciencia o la espiritualidad. Ambos tipos de explosiones son guiadas por el mismo impulso original y por lo tanto, creamos y destruimos como si fuera un proceso permanente de explosiones cósmicas simuladas o a pequeña escala.
Somos criaturas que por un lado respetamos naturalmente las órdenes cósmicas de explotar y viajar hacia afuera, y por otro , invertimos la ley universal del vacío interior al querer llenarnos de algo que nos permita encontrar el sentido de nuestra existencia. En el fondo queremos vaciarnos quitando todo lo que está ocupando nuestro interior; al querer entrar a un espacio puro, limpio y no contaminado por nada ni nadie estamos creando un espacio interno propio, y aunque el vacío nos produce miedo, el anhelo de reencontrarnos con nuestra esencia es imparable. En ese retorno hacia nuestro interior emprendemos un viaje de vuelta hacia el origen en soledad, como si quisiéramos volver al punto en donde sólo existía un adentro.
Toda explosión interna es en sí misma un viaje de regreso al punto de inicio, y es la consciencia la que puede expandirse a través de tanta incomprensión, abriéndose paso ante la confusión y encontrando caminos de salida entre innumerables pensamientos y conclusiones cuyos autores no hemos sido nosotros. En este proceso se va desechando todo lo que no es propio, se va vaciando la memoria de chatarra mental, y se va creando por primera vez un espacio vacío e interno en donde se montará un laboratorio de transformación. Lo autentico no tiene otra opción que manifestarse.
El florecimiento humano es el resultado de un big bang ocurrido en el vacío de una semilla llena de potencialidad.
Cuando se llega a este punto –y se puede lograr en poco o mucho tiempo- cualquier persona llega a darse cuenta de que tiene que dejar gran parte de las creencias que ha venido sosteniendo y reteniendo, que no tiene otra opción que disponerse para que ocurra la gran transformación que en el fondo su alma anhelaba.
Es extraño que la vida sea una escenografía perfecta para que ocurra la transformación que requiere la consciencia. Aunque es duro darnos cuenta de que hemos creado una vida desde un lugar interno falso, es maravilloso llegar a ser conscientes de que estamos ante el mayor de los desafíos y a su vez de la más grande posibilidad: cambiar el modelo de vida que tenemos utilizando nuestros sentimientos más puros como materia prima de tan preciosa construcción. Bondad, paz, ternura, libertad, confianza, delicadeza, entrega, incondicionalidad, paciencia, compasión, creatividad y coraje constituyen la materia prima de una nueva y solida estructura interna en la que podemos construir la plataforma de lanzamiento hacia los otros y también hacia el origen. En definitiva, cada persona es una partícula que quiere salir al encuentro de otra en el juego del amor, porque de esa manera llegamos directamente al infinito y a la eternidad.
Parece ser, según lo que mis comprensiones me dictan, que la transformación sólo puede ocurrir en lo profundo, y que lo profundo es un espacio que se produce cuando ha ocurrido una auténtica transformación.
Alberto José Varela