CUANDO LA VIDA SE SIENTE ABURRIDA, REPETITIVA, AMENAZANTE…
..la desazón, la desgana y el desamparo nos carcomen por dentro.
ARTÍCULO DEL PSICÓLOGO SERGIO SANZ NAVARRO (ESPAÑA)
¿Sientes que tu vida ha perdido todo su sabor y se ha vuelto monótona? ¿Has perdido la alegría de vivir? En este texto encontrarás algunas de las causas que apagan la llama de la vida y algunas sugerencias llenas de poesía que te invitarán a volver a encenderla.
Decidí escribir este artículo debido a que el tedio o aburrimiento existencial ha sido siempre uno de los grandes temas de mi vida y no ha sido abordado en profundidad por la psicología al no considerarse una categoría de gravedad como por ejemplo la depresión, y tampoco por la literatura, al no considerarse fuente de inspiración como otros estados vistos con un halo de belleza, sea así la melancolía.
Decía Pascal que solamente aquél que es capaz de estar solo en su habitación es capaz de ser feliz y se refería a aquellos que son capaces de ponerse frente al aburrimiento: esa sensación tan rara que mezcla tantas palidecidas emociones y que es un espejo feroz que nos devuelve el reflejo exacto del momento existencial en el que nos encontramos.
¿De qué estamos aburridos? ¿De nosotros mismos ? ¿De responder siempre con los mismos patrones de defensa ante cada oportunidad?
Para el psicólogo Boyle » el aburrimiento es la antesala de la creatividad», pues es un estado que nos desafía a crear nuestra vida. Si algo nos aburre es porque resulta repetitivo, y esa monotonía proviene de cierta vagancia o pereza de un espíritu que diariamente hace concesiones al miedo, y cuando el miedo consigue ganar terreno, la energía poco a poco se estanca, provocando que la cangrena negruzca de la desazón se extienda por todo el ser y haga que quedemos agonizantes y sin oxígeno, y resisitiéndonos a lo nuevo, resistiéndonos a abrirnos y relamiéndonos los dedos del plato seco de un banquete que una vez nos brindó plenitud.
Querer saber que va a ocurrir es uno de los embajadores del miedo.
Querer saber que va a ocurrir nos hace dar un casi involuntario rápido portazo cuando la vida tiene a bien traernos esos vientos frescos de amor que tanto anhelamos pero que en el fondo tememos.
Querer saber todo lo que va a ocurrir, prepararse, es mutilar la voluntad y el deseo, y es así como dejamos de sorprendernos de la vida y de nosotros mismos. Ese control proviene del miedo a sentirnos necesitados y vulnerables y esa resistencia crónica y autoinmoladora nos lleva a apagarnos y a experimentar la ausencia del deseo. En este sentido, diferenciamos entre tedio situacional, que seria la ausencia de objeto de deseo y el tedio existencial, que sería la ausencia de deseo en sí. Los que padecen de este último tipo podrían ser considerados iluminados por los budistas, pero sería una consideración errónea ya que no hay paz alguna con esa ausencia de deseo, sino por el contrario, un ansia tremenda de volver a recuperarlo y de degustar otra vez esa cascada quimica y eléctrica de placer que recorre todo el cuerpo y que acaricia cada rincón del ser.
El aburrimiento es como dijo José Antonio Marina : » El pariente pobre de la angustia». Pero no podemos decir que se trate de dos categorías distintas, sino que ambas se establecen dentro de una categoría dimensional donde la angustia sería el paroxismo del aburrimiento y el aburrimiento una niebla de angustia que empapa y pesa en el alma y que viene acompañado por un dolor sordo y terco que hace zozobrar nuestros constantes impulsos por levantar el ánimo. Esa húmeda niebla motivada por la pirotecnia de la imaginación nos lleva con sus fuegos artificiales a buscar esa sensación de plenitud que tanto anhelamos. Paradójicamente, la entrada en ese iluminado parque de atracciones de luces de neón puede hacer que nos precipitemos sobre un desolador parque fantasma de luces apagadas, cuyo vómito tiende a devolvernos de nuevo a la frustración.Tratando de atraer lo nuevo, recolocando nuestras amarillentas gracias y viejas glorias en el presente, solo nos condenamos a degustar una vez más un chicle sin sabor.
Existen expresiones como «perder el tiempo» o » tiempo muerto» que aluden a momentos que, lejos de nutrirnos o regerenarnos, los vivimos como un abismo por el que tememos ser succionados para desaparecer en el olvido. Una sensación de alarma y culpa como si al aquietarnos, el mundo entero fuera a derrumbarse sobre nosotros y a aplastarnos.
Es de esos momentos de los que muchos huímos camuflados en el frenesí de un no parar de hacer cosas, y es así como nos topamos con la desagradable sensación de estar perdiéndonos algo maravilloso que está sucediendo en otro lugar. Otras veces pasa que nos topamos con el potencial sin usar, o reprimido, y entonces sentimos que nos estamos desperdiciando.
Si tuviera que citar un libro que recoja toda una recopilación literaria y filosófica de aquellos que se adentraron de bruces en este tema, sería : » La escuela del aburrimiento» ,del mexicano Luigi Amara. En él, el autor se interna 40 días en su casa con el fin de enfrentarse a esa sensación que tanto teme y que le resopla detrás del oído cuando se sienta solo en su raído sofa. El intento de Luigi se apoya en la esperanza y suposición de poder llegar a atravesar un umbral dentro de ese aburrimiento que pudiera desembocar en la paz interior. Pero contrariamente, le sucede que se desespera y no lo consigue, como no lo consigue ninguno de los autores que cita. Y es que lo que no aguanta es ese sentimiento de sentir que no se siente, pues el aburrimiento etimológicamente proviene de «ab horrere»: sin horror. Se aplicaba a los enemigos que no eran temibles, que no podían matarte en la lucha, es decir, algo que ni si quiera hace sentirte horror, como un miedo a un no sentir que ha llegado por un miedo a sentir; un limbo enloquecedor donde la voluntad y la razón retumban como pelotas de pin ball en los estrechos pasillos del dolor.
Cuando el aburrimiento no se puede trascender, se tiende a la transgresión como resultado de agarrarse a un algo con tal de sentir, aunque para ello se tenga que atravesar una ley moral o algo considerado vicio. De ahí que multitud de adicciones sean una huida del aburrimiento y que aparezcan crímenes en los periódicos motivados por el mismo, algo que nos muestra la cara más horrible de este fenómeno.
Luigi Amara se fue otros 40 días a Las Vegas, la ciudad de la diversión, y allí solo encontró «aburrimiento en movimiento».
Schopenhauer decía que el barco de nuestra vida navega entre dos grandes monstruos, Escila y Caribdis, la agitación y el tedio…. y el tedio es ese monstruo voraz que con su bostezo nos devora y que Baudelaire retrató minuciosamente en su poema » Al lector»:
«Afanan nuestras almas, nuestros cuerpos socavan
La mezquindad, la culpa, la estulticia, el error,
y, como los mendigos alimentan sus piojos,
Nuestros remordimientos, complacientes nutrimos.
Tercos en los pecados, laxos en los propósitos,
Con creces nos hacemos pagar lo confesado
Y tornamos alegres al lodoso camino
Creyendo, en viles lágrimas, enjugar nuestras faltas.
En la almohada del mal, es Satán Trimegisto
Quien con paciencia acuna nuestro arrobado espíritu
y el precioso metal de nuestra voluntad,
íntrego se evapora por obra de ese alquímico.
¡El diablo es quien maneja los hilos que nos mueven!
A los objetos sórdidos les hallamos encanto
E, impávidos, rodeados de tinieblas hediondas,
Bajamos hacia el Orco un diario escalón.
Igual al disoluto que besa y mordisquea
El lacerado seno de una vieja ramera,
Si una ocasión se ofrece de placer clandestino
La exprimimos a fondo como seca naranja.
Denso y hormigueante, como un millón de helmintos,
Un pueblo de demonios danza en nuestras cabezas
Y, cuando respiramos, la Muerte, en los pulmones
Desciende, río invisible, con apagado llanto.
Si el veneno, el puñal, el incendio, el estupro,
No adornaron aún con sus raros dibujos
El banal cañamazo de nuestra pobre suerte,
Es porque nuestro espíritu no fue bastante osado.
Mas, entre los chacales, las panteras, los linces,
Los simios, las serpientes, escorpiones y buitres,
Los aulladores monstruos, silbantes y rampantes,
En la, de nuestros vicios, infernal mezcolanza
¡Hay uno más malvado, más lóbrego e inmundo!
Sin que haga feas muecas ni lance toscos gritos
Convertiría, con gusto, a la tierra en escombro
Y, en medio de un bostezo, devoraría al Orbe;
¡Es el Tedio! -Anegado de un llanto involuntario,
Imagina cadalsos, mientras fuma su yerba.
Lector, tu bien conoces al delicado monstruo,
-¡Hipócrita lector -mi prójimo-, mi hermano!»
¿Qué salida nos queda frente a semejante desdicha?
Hay un cadáver agonizando dentro de nosotros, un frankestein que creamos para sobrevivir como sustituto de nuestro verdadero ser y al que cada vez le cuesta más respirar. Ese cadáver está lleno de balazos, de expectativas fallidas, de deseos incumplidos, y se ha sublevado contra nosotros en un intento patético y tétrico por sobrevivir. Nos mira con su ojeriza mirada entornada con asco y suspicacia, pero aguanta y se alimenta de queja y desagradecimiento, de control y odio.
¿Por qué creéis que últimamente están teniendo tanto éxito las series de zombies? El verlas nos permite descargar en forma de catarsis una realidad inconsciente que nos ahoga por dentro.
Soportar ese cadáver y cargar con él es vivir la existencia como impregnados en una telaraña de piel muerta. A la ayahuasca le llaman la «soga de los muertos”, muchas personas experimentan con ella la muerte anticipada de ese cadáver viviente, e incluso huelen su peste.
Y digo anticipada como digo cuasi-definitiva, pues la ayahuasca es la única que nos permite ver el rostro fantasmagórico y dantesco de esa herida viviente que gobierna nuestra vida, herida de rechazo hecha de carne muerta con pus y artificiales extensiones de defensa que hemos creado para que nadie toque esa llaga que tanto ocultamos. Yo una vez la ví, ví mi herida, su rostro y como ella decidía por mí, percibía por mí y «amaba» por mí, tomando el control de mi vida y vistiendo mi miedo con desgana. Hay que estar muy atentos cada vez que esa sombra desarraigada, hecha de furia y de pasado, trata de usurpar el trono que le corresponde al amor.
Otras medicinas que utilizamos como el bufo alvarius, nos permiten vivir una experiencia momentánea y eterna de reconciliación y de gratitud total por la existencia. Pero también nos hace percibir la ridícula y estentórea voz del ego con la que se teje el tedio, ese torpe desatino de una compresión limitada y obcecada de la percepción leprosa de un mundo donde a todo y a todos nos falta algo, un algo que solo la energía avasalladora del amor infinito podría sanar.
Al regresar de la experiencia con la ayahuasca vemos cómo esa voz se recompone y nos enreda en una prisión de dudas, pero al menos ahora comprendemos un poco mejor su absurdidad, y ya conocemos la posibilidad de que tal voz no exista.
En nuestros retiros de evolución interior te brindamos las herramientas para que tú mismo puedas darle el golpe de gracia a ese cadáver – veáse en este blog: disonancias cognitivas como camino hacia la transformación- y puedas prender de nuevo en ti esa hoguera de fuego que arrase con todo lo caduco y así se dé a emerger en tu interior los renovados vientos de la inocencia, y las ganas de vivir.
Sergio Sanz Navarro
SI QUIERES SABER MÁS SOBRE LA AYAHUASCA:
https://albertojosevarela.com/acerca-de-la-ayahuasca-lo-que-se-necesita-saber-antes-de-tener-la-experiencia/