KEN WILBER, CARL SAGAN, LA ETERNIDAD, LA AYAHUASCA, Y LA POSIBILIDAD DE VIVIR PROFUNDAMENTE
La visión del infinito nos une transitoriamente en lo impermanente, y nos desafía a vivir en un “cielo” dentro de la tierra.
Le preguntaron al escritor y reconocido psicólogo Ken Wilber: ¿QUÉ APORTA LA AYAHUASCA EN LA EVOLUCIÓN DE LA CONSCIENCIA HUMANA?
SU RESPUESTA: “Un discípulo le lleva un poco de ayahuasca a su maestro zen, le dice: maestro, yo he tomado ayahuasca y quiero que tomes tú para que me digas que sientes; el maestro no tuvo ninguna resistencia y tomo la ayahuasca, luego se durmió. Al otro día el discípulo le preguntó: ¿Cómo te ha ido con la ayahuasca? ¿Has visto algo? ¿Has sentido algo trascendente? Y el maestro le respondió: ha sido una muy buena comida, no sabía que me habías dado un enteógeno.
La ayahuasca proporciona la posibilidad de entrar en el infierno o en el cielo, en lo positivo o negativo de la vida, en aquello que rechazamos o aceptamos, cuando se toma ayahuasca y se elige sólo una parte para ver, la experiencia se transforma en un infierno, ya sea que se elija algo positivo o negativo; si eliges un aspecto doloroso de tu vida para profundizar, el infierno durará mientras dure la experiencia, pero si eliges un aspecto placentero, positivo, entrarás en un cielo transitorio, pues el infierno comenzará cuando la experiencia se acabe”.
Si entramos en una experiencia que tiene principio y final, como por ejemplo una toma de ayahuasca, que comienza a una hora y acaba unas horas después, y esa experiencia transitoria tiene la capacidad de mostrarnos lo infinito, nos está ayudando a volar, a superar límites, a trascender la falsa idea de transitoriedad. Por que cuando entramos en contacto con algo que nunca ha comenzado ni nunca va a terminar, es porque hemos dado un paso dentro de la eternidad. Eso cambia para siempre la manera de percibir la existencia.
Según Ken Wilber, “Ese es el modo que la ayahuasca ayuda a la evolución espiritual, en que te muestra aunque sea por un momento lo que no tiene principio ni final”.
Aun así vivimos en un mundo que tiene principio y final, el sol y las galaxias también desaparecerán; aunque estemos transitoriamente dentro de un espacio muy limitado, que puede ser la tierra o el propio cuerpo, y que vivamos unos 70 a 80 años tan solamente, podemos tener un vislumbre de lo que está más allá de todo lo aparente. Esta visión es una parte de la sanación.
La eternidad es una realidad espiritual incomprensible, la espiritualidad es la aceptación de la incomprensión; el hecho de que no hay tiempo, ni hay límites en el espacio, nos desafía a abrir el corazón con humildad para sentir la grandeza en la que existimos y que nos posee, porque la eternidad habita dentro nuestro, pero esa percepción de grandeza interna jamás puede impulsar la idea de querer sobrepasar, humillar ni agredir a nadie; solo los que aun creen y rechazan ser pequeños, los que mantienen el complejo de inferioridad, son quienes se disponen a someter, juzgar o dominar a otros. Los que todavía no han visto la grandeza interna no pueden verla en otros. De igual manera si no aceptamos la pequeñez y las limitaciones internas no podremos aceptarla en otros. Este es el mal de la humanidad: NO VER LA GRANDEZA NI ACEPTAR LA PEQUEÑEZ. La grandeza interna muchas veces se encuentra al contemplar la grandeza externa. Las limitaciones internas muchas veces se encuentran al contemplar los problemas no resueltos de los otros.
En este pequeño hecho de reconocer desde una consciencia expandida, la pequeñez y la inmensidad que coexisten a la vez, dentro de nosotros mismos y de los otros, podemos ensamblar mágicamente las piezas que construirán el paraíso en donde viviremos. En esta combinación de visiones ocurre un encaje interno que nos abre a la comprensión. Es lo que llamo: una espiritualidad enriquecedora. Que tiene la predisposición de contemplar el cielo y el infierno, y que tiene el coraje de navegar entre ambos.
¿Qué sentido tiene visitar la eternidad si no podemos salir del infierno en que vivimos? Quizá para distraernos. ¿Para qué nos sirve percibir el infinito si todavía seguimos luchando? Quizá para aliviar el sufrimiento.
Lo que llamamos “el paraíso” o “el cielo” vivido en la tierra, es estar en la armonía con los otros, se encuentra en la aceptación de la realidad, se descubre en el respeto por el entorno. Para lograr esto no hay toma de ayahuasca, yoga ni meditación que pueda ser suficiente. A no ser que cualquier técnica o herramienta nos conduzca a la rendición incondicional, a la entrega total, al amor sin límites y a la confianza eterna, no podremos salvarnos de nosotros mismos. Humanos controladores, miedosos, especuladores, criticones, insensibles y desconfiados. ¿Quién puede salvarnos?
Dijo el Científico Carl Sagan: “La tierra es el único planeta que conozcamos que ha creado vida, y muy difícilmente la encontremos en otro planeta antes de extinguirnos. No hay ninguna pista por ningún lugar de que la ayuda vendrá de otra parte, nadie vendrá de fuera a salvarnos de nosotros mismos”.
No hay manera de sostener ideas mesiánicas que afirman de que el mundo o la humanidad se pueden salvar. Porque nada ni nadie puede salvar la tierra ni a la especie humana. Solo yo puedo salvarme a mí mismo de mí mismo. Y si nos juntamos unos cuantos que lo consigamos, quizá seamos capaces de crear nuevos espacios de pacífica y amorosa convivencia. O lo que yo llamo: EL CIELO EN LA TIERRA.
Si cualquier indagación espiritual o visita a la eternidad que hagamos no nos ayuda a realizarnos en vida, a trascender las limitaciones cotidianas y a amar todo lo que vemos y hacemos, una buena masturbación nos habremos hecho. Pero al menos nos habrá servido de alivio.
«Si puedes salir del lío de haber leído este artículo, podrás comenzar a salir de muchos problemas de tu vida cotidiana».
Alberto José Varela