LA LIBERTAD OCURRE CUANDO DEJA DE HABER UN JUEZ INTERNO QUE PUEDA CONDENARNOS.
La proeza de recuperar la inocencia ante un condicionamiento que nos acusa para mantenernos esclavos.
Quienes estamos en un proceso de sanación sabemos que la recuperación de la dignidad es una tarea titánica, que pareciera no tener fin, a tal punto que por momentos surge una bloqueante impotencia que nos hace creer que no se puede regresar a la inocencia original, que eso es algo inalcanzable. Pero es algo que está ocurriendo a mucha gente en todo el mundo, son quienes se meten a fondo a sanar desde el alma. No todos aceptan el hecho de que sanando la herida de la culpa es cuando se inicia un proceso de transformación.
El problema es muy profundo y está treméndamente arraigado, el pensamiento está lleno de conclusiones: tantas cosas que se han hecho mal, que no se hicieron o que no debían haberse hecho; tantas cosas que ocurrieron que no debían ocurrir, que tendría que haber ocurrido de otra manera o que no han ocurrido aunque lo deseamos tanto. La sensación de imperfección produce descontento y queja en abundancia. Todo pensamiento de imperfección o error produce un consecuente sentimiento de injusticia. Cuando sentimos injusticia nos convertimos en los peores jueces de los otros, de la vida y de la existencia, sencillamente porque RECHAZAMOS. Pero para sanarnos debemos comprender porqué rechazamos.
La psicología asegura que hay muchos tipos de traumas o heridas, por ejemplo: traición, abandono, desamor, humillación, abuso, pérdida, juicio, etc etc. en realidad todos se refieren al RECHAZO que se experimenta de muchas maneras. El rechazo es la herencia que trasmitimos los humanos de padres a hijos, y en eso somos implacables porque lo vamos haciendo cada vez más y con mejores métodos. Hemos acumulado tanto en miles de años que ahora existen miles de maneras de rechazar, es la proyección de la herida madre de todos los traumas. Por ejemplo cuando no escuchamos, cuando despreciamos, cuando no damos atención, cuando mentimos o engañamos, cuando desconfiamos o sobreprotegemos, cuando gritamos o usamos tonos despectivos, cuando damos respuestas a preguntas que no nos hacen, cuando obligamos a creer o pensar en lo que nosotros hemos aprendido… Son tantas las maneras que hemos creado para hacer sentir al otro que nos molesta, que no nos gusta como es o que es inferior a nosotros; que el rechazo pasa a ser una experiencia cotidiana que cala hasta la médula y se va instalando más y más en las cercanías de la propia alma, encerrándola y condenándola a no expresarse, así es como nuestro interior se vuelve una autentica bomba que explota cada día y que para poder acceder a desactivarla hay que atravesar un complicado laberinto.
Cuando el corazón se cierra, es cuando la razón toma el poder y desarrolla su espantosa estrategia de perpetuación del rechazo.
Nos hemos vuelto expertos en rechazar de mil maneras a nuestros hijos. Mi proceso de comprensión y sanación me pone casi diariamente en situaciones de pruebas para observar los niveles internos de rechazo que pudiera tener yo mismo o que pudiera haber en mi entorno.
Ahora son las 4 de la mañana, hace apenas unas horas vino mi hijita Amelys llorando, me dijo: “estoy muy triste papá porque cuando como o me ducho o me voy a dormir pienso que hay muchos niños que no tienen lo que yo tengo y que están sufriendo” su llanto era desgarrador, su tristeza muy profunda. Yo acababa de terminar una cena en una casa de Marbella donde pasamos las vacaciones con una parte de la familia, y antes de cenar dije: Estoy en el mejor restaurante de toda la costa del mediterraneo… un lugar perfecto, clima perfecto y una charla profunda. Mi cuñada Beatríz hizo una comida exquisita, tomamos vino sabroso de Italia que me regaló Erik y Michela, una pareja de amigos, lo único que podía decir es ¡QUE REGALO DE LA VIDA ESTAR AQUÍ, DONDE ESTOY CON QUIENES ME ACOMPAÑAN Y CON EL BIENESTAR INTERNO Y EXTERNO QUE SIENTO! pero un momento después llegó la sorpresiva reacción de Amelys, una niña de 9 años en estado reflexivo que le llevó a una explosión emocional, quizá ha sido porque habíamos hablado de la injusticia que se comente en el mundo, de tratar tan mal a los niños; coincidíamos que el maltrato infantil es la barbarie más atroz que cometemos los humanos, y el origen de todas las desgracias que padecemos. La explotación, prostitución y abandono que se hace con los niños fue el tema que tratamos, de como se les obliga a tantas cosas, de como se aprovechan de su debilidad e inocencia para manipularles, y de como eso repercute en toda la humanidad.
En ese momento que Amelys lloraba decidí poner la mano en el corazón de mi hija y decirle: por favor hija no dejes de sentir ese dolor que sientes, pero tampoco permitas que ese dolor te vuelva una niña infeliz. Es tan precioso sentir desde el corazón, la sensibilidad que todos tenemos es de lo más precioso que podemos expresar. Repetí a Amelys: por favor siente lo que sientas, no lo rechaces; a veces es odio, otras veces amor, solo te pido que sientas sin pensar lo que deberías sentir, o que deberías sentir tal o cual cosa, todo sentimiento llega por algo y lo único que podemos hacer es aceptarlo. Por favor no lo rechaces.
Al acostarme vi una película “DE PADRES A HIJOS” sobre el drama que vive una niña de 8 años por la muerte de sus padres, y de como ese evento la condiciona en gran parte de su vida a sentir miedo por ser abandonada. Su conducta autodestructiva la mete en la herida una y otra vez, como si estuviera condenada a sufrir por la repetición del posible momento en que fue abandonada por sus padres, que en realidad murieron en un accidente. En la mente inocente de la niña se crea una horrible conclusión: si me abandonaron es porque yo me lo merecía, por tanto no soy digna del amor de otras personas. Así es como su vida se creó sobre la idea de no merecer el amor, y ante eso la única opción era sufrir.
Todo niño decide inconscientemente absolver a los padres para culparse a si mismo, sea lo que sea que ocurra, aunque los padres le abandonen, le maltraten, le castiguen o humillen, ellos siempre se harán cargo y llegan a la misma conclusión interna de que todo lo que le hacen es porque se lo merecen. Es un acto de amor que proviene de la inocencia que tiene en ese momento temprano casi todo niño. La imposibilidad de culpar a otros o de no poder impedir que le llegue aquello que no le pertenece es lo que crea la herida original del RECHAZO. Justamente por no poder rechazar lo que le crea indignidad e indignación, y por transformar lo que percibe, en un rechazo hacia si mismo.
SI EL RECHAZO OCURRE EN EN MOMENTO Y SITUACIÓN PRECISA EN QUE EL NIÑO ESTÁ CREANDO LA IDEA DE SI MISMO, ENTONCES QUEDARÁ TOCADO EN LO MÁS INTIMO DE SU ALMA POR HABER PERCIBIDO QUE HAY CULPA EN ÉL. EL RECHAZO ESTÁ ÍNTIMAMENTE RELACIONADO CON LA CULPA.
Aunque el trabajo interior que realizamos sea constante, profundo y lleno de entrega, el ejercito de pensamientos que tiene organizado el juez que llevamos dentro nos viene a buscar cuando vamos dando pasos hacia la libertad de la culpa. Es como si no se nos autorizara a dejar de sentirnos culpables, porque romperíamos con la lealtad fundamental hacia nuestro sistema familiar y hacia el sufrimiento de los ancestros. .
El nacimiento de la libertad ocurre cuando ya no hay rastros de culpa que nos acose por dentro; la razón viene haciéndonos creer que no nos merecemos el amor, que no somos dignos de la abundancia. Es un momento tan mágico y sanador poder llegar a darnos cuenta desde un corazón abierto y desde la consciencia expandida, que somos y siempre hemos sido inocentes, y que la culpa ha sido una ilusión.
Es muy fácil explicarlo así, pero muy difícil llegar a comprenderlo desde nuestra alma. Por ello dedicaré otro post a desarrollar como planteamos la sanación de la idea del error, de la injusticia y del castigo que nos infringimos a nosotros mismos.
El solo hecho de estar profundizando en ello, va creando las condiciones para que la sanación comience a ocurrir.
¿Lo sientes?
Alberto José Varela