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EL SUICIDIO ME TOCÓ MUY DE CERCA. (2da parte) El mensaje que deja el suicida a su entorno cercano, y ¿qué mensaje nos deja el suicidio a todos los seres humanos?

SEGURAMENTE ESTE ARTÍCULO LO LEERÁ GENTE QUE TIENE PLANEADO SUICIDARSE

Quiero dejarles tranquilo en la decisión que han tomado, no pretendo convencerles de que no lo hagan, solo quiero arrojar un poco de luz sobre esta epidemia humana.

Si hay algo claro que tiene todo suicida es que quiere dejar un mensaje a su entorno cercano.  A veces incluso lo dejan por escrito y de manera explícita, pero yo me refiero al mensaje implícito que dejan en el acto mismo, que está más allá de las palabras que hubieran dejado grabadas o escritas.

Una mujer que asistió a un retiro me contó el motivo de su depresión, “un día mi hijo me dijo que por mi culpa él estaba tan mal, triste e infeliz, luego se dio la vuelta y corrió hacia la ventana y se arrojó desde un sexto piso, yo corrí detrás, me asomé por el balcón y vi que estaba abajo con su cabeza reventada. Nunca me voy a olvidar de esto, me persigue la culpa a todas partes, él mismo me lo dijo: que es por mi culpa; no he sabido tratar o educar a mi hijo. Hubiera querido tirarme yo también por la ventana. Es un castigo quedarme viva.

El mensaje del suicida es claro: ¡HABEIS SIDO CULPABLES DE MI SUICIDIO!  ¿Quiénes?  Aquellos que van a sentir dolor por la ausencia y que podrían haber hecho algo para evitarlo.  Ahora ya no pueden hacer nada, más que sentir culpa.

Otro mensaje claro es: ¡NO QUIERO QUE NADA NI NADIE ME MATE, LO HAGO YO MISMO! Es gente que quiere tener el control sobre su vida y sobre el momento de su muerte, que no quieren sufrir ni sentir dolor.

Envejecer es la manera más natural de morir; suicidarse es la manera más antinatural de morir. A raíz de nuestro libre albedrío podemos elegir libremente.  Y este es uno de los aspectos que cala hondo en la mente suicida, el pensamiento de que al suicidarse está haciendo algo desde su libertad. Es tan horrible la sensación de esclavitud que las personas se suicidan para sentir al menos en un instante que son libres de hacer algo, aunque sea quitarse la vida.

Hay tres tipos de suicidas, uno es el suicida inconsciente, que se está matando sin darse cuenta.  Otro es el suicida realista, que por no soportar la neurosis en que vive prefiere acabar con la vida; es gente muy sensible e incluso valiente; pero se pierden esta gran oportunidad de vivir.  Y el tercer grupo son los suicidas testarudos, que no pueden quitarse la vida porque se han vuelto conscientes de la estupidez que es, y de que, aunque haya mil motivos para quitarse la vida, deciden vivir y hacer algo por darle sentido a su vida. Es gente férrea, luchadora y sobre todo consciente. Es momento oportuno para preguntarte: ¿a qué grupo perteneces?

Querer morirnos es el deseo colectivo más común que desde siempre ha existido. Dicen que la principal causa de muerte mundial es por suicidio, pero estos datos no se dan a conocer para evitar que mucha más gente se sume a la misma iniciativa. Japón ha hecho un estudio acerca del tema ya que tienen un largo historial suicida, han llegado a la conclusión de que casi todos los japoneses piensan como mínimo una vez y en algún momento determinado de la vida en suicidarse. El 1% de los que piensan quitarse la vida, además lo intentan como mínimo una vez, y un 10 % de los que lo intentan lo consiguen. La efectividad no es muy alta -por suerte- porque en el fondo muchas personas no quieren quitarse la vida sino llamar la atención; es una manera enrevesada de pedir ayuda pero también es un camino de sanación.

Todos los datos existentes relacionados con el suicidio corresponden sólo al hecho concreto y consciente de querer quitarse la vida con algún método tradicional. Hay muchos otros métodos suicidas que no quitan la vida de golpe, sino de a poco, de manera homeopática.

Prohibir fumar o prohibir comer grasas, o prohibir las drogas sería como prohibir suicidarse, porque la gente está muy cómoda con esos métodos inconscientes de suicidio. Se matan de a poco con dosis de veneno, y de hecho que todos tenemos el derecho de suicidarnos; además todavía no se ha prohibido el suicidio, por lo menos hay algo que no está prohibido.

El maltrato de género es en realidad un suicidio de parejas, porque ambas personas que conforman una pareja participan del mismo acto suicida. Una parte es activa y la otra pasiva. Uno lo hace y el otro lo permite. El desequilibrio ecológico es un suicidio global en el que casi todos formamos parte directa o indirectamente. Le hacemos daño al planeta como si quisiéramos matarle. Hacernos daño a nosotros mismos es una de las actitudes más comunes de los seres humanos, que nos produce mucho dolor y sufrimiento, que nos complica la vida; ¿acaso esto no es una actitud suicida? Por un lado queremos vivir porque tenemos miedo a la muerte, pero por otro lado queremos morir porque tenemos miedo a vivir. No queremos morir porque aún no hemos vivido. No queremos vivir porque sería necesario morir a tanta tontería colectiva. Eso sí que es el gran desafío humano: acabar con el pensamiento suicida.

Vivir con ira, odio, violencia o enfado es como estar muertos en vida, porque quien acumula agresividad acumula deseos destructivos. A veces se proyectan en otros y otras veces en uno mismo. Drenando la ira en sesiones terapéuticas de desbloqueo emocional se baja el nivel de autodestructividad, pero no se sana la raíz del suicidio; para eso hace falta consciencia, esa es la medicina. Consciencia dirigida a la problemática de fondo; darnos cuenta del porqué el suicidio ha ocupado un lugar tan importante en el pensamiento humano.  La primer adicción humana es a la idea de lo que creen ser. La segunda gran adicción humana es a la idea del suicidio. Están íntimamente relacionadas entre sí: según lo que pienso de mi es la intensidad de la segunda adicción.

Hace poco, en un retiro de evolución interior, un joven de 16 años, una mujer de 25 y muchas más personas, han dicho al acabar una sesión de toma de ayahuasca: “me estoy suicidando consumiendo cocaína, fumando, yendo a lugares tan desagradables…” y esas pequeñas declaraciones fueron el inicio de grandes procesos transformadores. Pero esas pequeñas declaraciones han sido consecuencia de minúsculos momentos de consciencia que ocurre cuando el individuo se puede ver desde arriba, con la objetividad que sólo da la consciencia cuando esta se expande. En grupos de evolución interior, muchas veces propongo que la gente exponga sus pensamientos suicidas, porque al hacerlo se puede abordar. Conservar la secreta intención puede ser muy peligroso.

Todo lo que hagamos en la dirección del darnos cuenta del suicidio global que estamos cometiendo nos ayudará a detenerlo, pero para sanar la raíz suicida debemos darnos cuenta del suicidio individual.  En mi segunda toma de ayahuasca hace 15 años, que la hice con mi hijo Elian, él me contó que había podido ver cómo se estaba suicidando siendo tan Joven con los actos y actitudes que tenía hacia la vida. Ese darse cuenta fue fundamental en su proceso de sanación. Cuando la energía esa orientada hacia la muerte y no nos damos cuenta es peligroso. Es cuestión de reorientar la energía hacia la vida, hacia vivir plenamente.  Pero para ello hay que hacer procesos de transformación tan profundos como sanadores. Es una maravilla atravesar este proceso de liberación del pensamiento suicida. Hay un impulso inconsciente de muerte que la mayoría de personas ni siquiera saben que lo tienen; una vez detectado y arrinconado se puede comenzar a extirpar.

Parece ser que los motivos del suicidio individual se proyectan al suicidio colectivo. Todo intento de suicidio consciente o inconsciente proviene de un desequilibrio creado por la frustración, la insatisfacción, la decepción, el aburrimiento, la desmotivación, la depresión y la falta de sentido de la vida. Esto es algo que le está ocurriendo al ser humano. Una vida sin sentido no apetece ser vivida, por eso necesitamos acabar con ella. Pero una vida con sentido quiere ser vivida y disfrutada.  ¿Cómo recuperar el sentido de la vida?  Para mi tiene mucho que ver con cambiar el significado a la vida y a la muerte. No son lo que pensamos. La vida es el final, la muerte es el comienzo. No nos autoengañemos pensando que con la muerte se acaba el sufrimiento.  No se cómo será más allá, si se sigue sufriendo o no; tampoco sé si luego se vuelve a la vida para continuar en el punto en que se quedó interrumpido el sufrimiento de la vida anterior; pero lo que sí estoy seguro es que en el más acá mucha gente queda sufriendo.  El suicida proyecta su sufrimiento a otros, sabiéndolo o no. Esta es la razón por la que mucha gente no se suicida, porque saben que van a hacer sufrir a gente que quieren.

Uno de los antídotos más poderosos que he conocido para sanar el pensamiento suicida es comenzar a ser libres en vida, si una vida es sumisa, esclava y sometida, te tocará darte el permiso de ser libre.  La libertad es uno de los valores más preciados por el ser humano, si ese valor se recupera, entonces se recupera las ganas de vivir. Pero esto supone dar el salto de una vida acomodada, conocida y segura hacia una vida llena de peligros, riesgos y aventuras; es la mayor migración humana que podamos hacer con miras a sobrevivir a tanto desastre. Este camino desconocido, inseguro e incomodo es muy fácil de recorrer cuando hay apoyo y contención, cuando comienza a haber consciencia y amor a uno mismo, cuando se recupera la esperanza y se abren nuevas posibilidades de las que se consideraban. Es entonces que el peligro real desaparece para dar lugar al verdadero sentido que se obtiene cuando alcanzamos a recuperar al menos una parte de nuestra libertad perdida, o mejor dicho, olvidada. Recordar que en esencia somos libres es la sanación del alma, la sanación original que da lugar a la curación del cuerpo, la mente, las emociones y el espíritu.

Necesitamos valor para poner punto final a una vida sin sentido, pero no quitándole la vida a nuestro cuerpo, sino acabando con el tipo de vida que tenemos y que tanto nos disgusta. Renaciendo a la vida de una manera inocente y entregada, abierta y receptiva, sensible y afectiva. Esto sí que es libertad. Dejar de sentirnos culpables por lo que somos o por lo que hemos hecho, por lo que otros hicieron o por lo que han querido hacernos sentir. Esto es recuperar la pureza.  Quizá por ello el filósofo  Nietzsche afirmó: “Uno es verdaderamente libre cuando deja de sentir vergüenza por uno mismo”.

Alberto José Varela

[email protected]

https://albertojosevarela.com/del-suicidio-a-la-reconciliacion-detras-de-todo-suicida-hay-un-homicida-que-quiere-sanarse/

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Alberto José Varela

Fundador de empresas y organizaciones; creador de técnicas, métodos y escuelas; autor de varios libros. Estudiante autodidacta, investigador y conferencista internacional, con una experiencia de más de 40 años en la gestión organizacional y los RRHH. Actualmente crece su influencia en el ámbito motivacional, terapéutico y espiritual a raíz del mensaje evolutivo que transmite.

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