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Este es uno de los grandes temas que tratamos en los ciclos formativos: la necesidad de proyectar en otros los problemas personales.
En el ámbito del trabajo psicoterapéutico, muchas veces oímos hablar de “proyectar” o de “proyecciones”; la gran mayoría de estas veces, además, con una connotación negativa, que se ve reflejada en el hecho de que los terapeutas o facilitadores ponen demasiado énfasis en que las personas no proyecten. Tratan de evitarlo.
Es frecuente oír a alguien educadamente decirle a otro “esa es tú proyección” o “estás proyectando sobre mi”… en términos menos corteses y correctos, se torna en “¡eso lo serás tú!” o “¡aplícate el cuento!” En realidad, las dos formas de comunicarlo transmiten lo mismo y viene a significar más o menos: “vete a freír espárragos y soluciona tu vida antes de meterte en la mía” porque, efectivamente, el sujeto en el que se proyecta suele sentirse ofendido, atacado, invadido y de alguna forma, minorado por el otro.
La propuesta que formulo a los alumnos de la escuela, es que si llegásemos a refinar nuestro manejo de la proyección, podríamos no sólo usarla como herramienta de auto-observación, si no también cómo herramienta intuitiva para apoyar el proceso del otro. La proyección es una herramienta de sanción también, según como se la aborde.
La definición más o menos “técnica” de la proyección según el uso y desarrollo que le comenzó a dar Sigmund Freud, se puede resumir cómo sigue:
“La proyección es un mecanismo de defensa por el que el sujeto atribuye a otras personas las propias virtudes o defectos, incluso sus carencias (falta). En el caso de la proyección negativa, ésta opera en situaciones de conflicto emocional o amenaza de origen interno o externo, atribuyendo a otras personas u objetos los sentimientos, impulsos o pensamientos propios que resultan inaceptables para el sujeto. Se «proyectan» los sentimientos, pensamientos o deseos que no terminan de aceptarse como propios porque generan angustia o ansiedad, dirigiéndolos hacia algo o alguien y atribuyéndolos totalmente a este objeto externo. Por esta vía, la defensa psíquica logra poner estos contenidos amenazantes afuera. La proyección positiva se da cuando el sujeto atribuye a otra persona cualidades dignas de ser admiradas, envidiadas, amadas, etc. es un componente habitual, incluso necesario en el proceso del enamoramiento. El tipo de proyección que el sujeto realice dependerá de su estructura psíquica y de la introyección que haga de si mismo y su autopercepción.” (Wikipedia)
Nuevamente, el enemigo público del terapeuta es la proyección de su propia experiencia sobre el otro.
Considerar la proyección de una manera adecuada para conocer más y mejor al sujeto que proyecta, es un cambio de percepción acerca de la proyección. Si quienes tratan a otras personas con la intención de ayudarles o apoyarles en sus procesos evolutivos, pudieran considerar la enorme fuente de información que es una proyección, seguramente en vez de rechazarla o señalarla, la utilizarían como puerta de entrada a la neurosis del otro.
Lo que yo quiero proponer aquí, desde la Escuela Europea Ayahuasquera, es que transformemos nuestra visión de la proyección. Que perfeccionemos la proyección.
En términos budistas, “perfeccionar” una técnica implica refinarla, practicarla y usarla a tal nivel que se lleve hasta su máxima expresión, hasta que alcance el nivel de madurez necesario para dar frutos. De éste modo, se habla de perfeccionar la generosidad, la paciencia, entre otras virtudes…
Si se eleva la proyección a la categoría de virtud, en el sentido que es una fuente de información, entonces puede ser perfeccionada.
En este sentido, podemos hablar de perfeccionar la proyección cuándo la imbuimos de consciencia. Cuándo, a pesar de ser una acción reactiva la que guía la proyección, se puede transformar en un sabio manejo de nuestra experiencia pasada gracias al uso consciente de nuestra capacidad de ver infraganti el mecanismo.
Para eso, es importante que primero podamos “pillarnos” en el acto de la transferencia del pasado hacia el presente, o de poner en el otro lo propio. Pillarnos en el momento de la proyección. Pillarnos es una cualidad de la consciencia que nos permite darnos cuenta en el mismo momento de lo que estamos haciendo sin identificarnos ni culparnos por ello. Si el que proyecta no se puede “pillar” a sí mismo, es ahí donde debe aparecer la cualidad de quien está recogiendo la proyección para colaborar en que quien proyecta pueda ver su actitud.
Desde el lugar de receptor u objeto de proyección también podemos recordar que si una persona proyecta su propia experiencia sobre nosotros hay dos opciones: una, que tengamos una energía en ese momento tan neutra y ausente de juicio que nos estemos convirtiendo en una pantalla en blanco en la que la otra persona pueda proyectar libremente su película y que forma parte del compromiso auténtico del trabajo con otro, o que el otro esté viendo en nosotros algo que él tiene… pero que nosotros también tenemos. Si nos hacemos cargo de esto, podremos usarlo como arma evolutiva; si nos cobijamos bajo la excusa de “es su proyección y no tiene nada que ver conmigo” podemos caer en el auto-engaño y la mediocridad, perdiendo una oportunidad de conocer más al otro.
La diferencia entre una u otra actitud ante la proyección, vendrá marcada por nuestra disposición y capacidad de observarnos con honestidad en cada momento, si estamos reaccionando, si se nos mueve algo frente a la acusación del otro y qué es lo que se nos mueve.
A fin de cuentas, si los seres humanos podemos comunicar y relacionarnos, es gracias a la proyección; gracias a la proyección pensamos tener más afinidad o más en común con unos que con otros; más temas de conversación; mayor empatía; similares sentidos del humor; atracción tanto física, emocional, o mental… ¿Qué es la atracción si no un deseo de comunicarse y conectar con otro ser? Si nos manejáramos tan sólo a nivel esencial, a nivel de ser, a nivel espiritual… ¿Cómo podríamos sostener todas las anteriores presunciones de parecernos más o tener mayor conexión con unos que con otros, si fuésemos conscientes de ser todos uno en todo momento?
La base de la experiencia humana es la proyección. La clave de todo vínculo terapéutico que inicien dos seres humanos es la proyección, o más bien el uso que se le sepa dar a la proyección de la experiencia propia en el momento de trasladarla a la experiencia del otro. Por eso, es fundamental saber esto, darnos cuenta, poder poner a la proyección en su justo lugar, no eliminarla ni desecharla como algo rechazable: retornarla a su lugar, un lugar secundario, un lugar de herramienta poderosa, cuándo se usa con sabiduría y consciencia.
La experiencia humana da sus frutos cuándo se integra todo aquello que forma parte de ella. Sin rechazar nada. Sin juzgar nada. Sin condenar nada. Usando la consciencia y el corazón como directrices para conectar con uno mismo y con el otro.
Laura Torrabadella
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