DECLARACIONES DESDE LA HUMILDAD. ¿ME HABRÉ VUELTO LOCO?
Sobre el amor que existe entre cada uno de los elementos de los infinitos sistemas que componen la creación experimentando un romance existencial.
Aunque no tenga claro quién soy, lo que reconozco es que soy un sistema vivo, pero además me considero parte de otros muchos sistemas, y, como parte integrante de todos los sistemas a los que pertenezco, quiero hacer una declaración que no tiene nada que ver con las que hice en diciembre del 2008 en el artículo “DECLARACIONES DE UN SOBERBIO”, en donde me expresé como sistema propio desde mi superación personal, contando aspectos de mi evolución; ahora quiero hacer DECLARACIONES DESDE LA HUMILDAD. Son declaraciones de un elemento minúsculo, que más allá de su propia aceptación ha comprendido la interrelación con todas las cosas, sean como estas sean. He escrito todo esto desde la consciencia de mi pequeñez, sabiendo que formo parte de un todo superior. No me siento soberbio ni humilde, estos son sólo aspectos que me permiten ver lo propio o lo ajeno. La soberbia me hace ver hacia dentro y la humildad hacia fuera. Las dos visiones son sanas y necesarias para trascender las limitaciones internas y externas.
Si me acompañas, ahora vamos a echar una mirada pura hacia fuera, a la existencia y a los sistemas que la componen. Así es como podemos enamorarnos del todo, desde una pura humildad que no pretende ser reconocida por otros.
El amor entre la Inestabilidad y el equilibro
Hay romances en la existencia que son un tanto extraños. Te desafío a comprenderlo.
Un átomo es un sistema, una galaxia también lo es, y todo lo que existe entre lo más pequeño y lo más grande son sistemas que coexisten. Un cuerpo es un sistema, pero también una enfermedad lo es. A veces se desequilibran y dan origen a otros sistemas internos; ese es el caso de la enfermedad o el sufrimiento psicológico, coexisten con la salud y la felicidad, en realidad se complementan para inclinar la balanza hacia uno u otro lado. Un juego sanador de prueba y error.
Es necesario que haya elementos que equilibran y otros que desequilibran, todos coexisten juntos y se complementan. En este sentido el Todo es un caos total; porque “caos” es el movimiento constante del orden, todo se está desordenando para ser acomodado de otra manera diferente. O sea que el orden es desorden y el desorden es orden, ese es el secreto de la creatividad y de la creación. El desorden y el desequilibro forman parte del mismo juego que juega el orden y el equilibrio. El amor es una expresión de esa conjunción. En realidad todos los elementos que componemos algún sistema somos amantes eternos que nos enfrentamos y encontramos, nos confrontamos y vinculamos una y otra vez para crear y hacer posible la diversidad y la evolución.
Cada sistema, por más grande o pequeño que sea, es a su vez un elemento dentro de otro sistema mayor. Y aunque parezca milagroso e incomprensible, todos los sistemas existentes están guiados por la misma sabiduría, como una inteligencia superior que está más allá de todos los sistemas. Esa sabiduría e inteligencia, para mí, es el amor.
Una ciudad es un sistema, pero también un partido político, una religión, un banco, una familia, un barrio, una empresa o cualquier organización también lo es. Un panal de abejas o un edificio son sistemas, una casa de humanos o un hormiguero, un océano, una cadena montañosa o el clima también son sistemas. Por tanto todos están guiados y se mueven por la misma energía que intenta una y otra vez desestabilizar. La diferencia entre diferentes sistemas radica en la capacidad de mantener el equilibrio de los componentes que lo sostienen. Cuando un sistema se desequilibra (permitido por el amor) se activan mecanismos automáticos que lo reequilibran guiados por el mismo amor. Sólo es cuestión de tiempo y paciencia, todo se acaba equilibrando. El amor permite que se ponga a prueba todo lo que ha creado.
En cada uno de los sistemas que existen hay infinitos mecanismos que controlan la estabilidad para que no se pierda el equilibrio, o mejor dicho para que se recupere el equilibrio cada vez que se pierda. Dado que la naturaleza misma de todo sistema es la inestabilidad, se necesitan movimientos permanentes que ajusten el equilibrio, una homeostasis permanente; la presencia de termostatos energéticos que controlen el nivel de la temperatura activando uno u otro mecanismo, para bajar o subir la temperatura del conflicto o de la armonía, de modo que se mantenga estable. Dado que el equilibrio es un punto infinitesimal eternamente cambiante, jamás se detiene ni se estanca, se mueve hacia uno y otro lado sin parar. No es un punto estático sino variable. Esa es la esencia misma que rige a todos los sistemas existentes: desequilibrar y reequilibrar. Y quienes somos conscientes de ello podemos ponernos a disposición del o los sistemas a los que pertenecemos. A veces podemos ser elementos desequilibrantes y otras veces nos toca reequilibrar. Pero siempre es el amor quien guía y pone orden.
Tienes un sistema en tus propias manos
Quienes llevamos adelante la organización INNER MASTERY, AYAHUASCA INTERNACIONAL Y OTRAS EMPRESAS DEL GRUPO, la concebimos como un sistema, las empresas que hay detrás de la empresa madre son diferentes sistemas y también cada retiro que organizamos lo son. Pero a este sistema también lo conforman todos los que la hacemos: socios, directores, gerentes, profesores, asesores, técnicos, facilitadores, integradores, participantes, alumnos… algunos invierten, otros trabajan, otros pagan, otros cobran, otros cobran y pagan, también hay lectores que leen, e incluso muchos que critican nuestra labor; todos tienen su lugar y función en este sistema. Esa es la razón por la que nos dedicamos especialmente a vinculamos con cada uno de los elementos que la componen, creando una vibración afín, porque es la base de la armonía. No estamos separados, somos uno. Es la razón por la que nos involucramos en los procesos de los que integran este organismo vivo, y de nuestros clientes, para observar y considerar aquello que aprecian o necesitan.
Pero hubo algo que nos ha sucedido una y otra vez tanto en mí como en mi socia Paula Carmona, nos viene a visitar una especie de energía de desaliento que se presenta con muchas caras, a veces como desmotivación, agotamiento, hartazgo, frustración, y otras veces como un impulso al desequilibrio o perdida de control, todo confluía de repente hacia el descorazonamiento que nos empujaba al desequilibrio pero luego aparecían fuerzas poderosas que nos reequilibraban; esto es algo en lo que quiero profundizar y con lo que voy a acabar este artículo.
La tragedia de la desconexión
El descorazonamiento sucede cuando hay una desconexión entre un elemento con el sistema al que pertenece. Cuando un elemento decide aislarse, se autoexcluye. También hay elementos que excluyen a otros. Pero esto sólo sucede con los humanos. Los planetas del sistema solar no se pueden descorazonar porque no se les ha dado esa posibilidad, son esclavos de un cumplimiento incondicional a las leyes físicas, y estas, ordenan estar conectados y disponibles. Pero Los humanos sí que podemos descorazonarnos a raíz de que tenemos libre albedrío. El gran desafío de la especie humana es no descorazonarnos a pesar de tener una mente que nos da razones más que suficientes para hacerlo.
¿Cuándo nos desconectamos? ¿Por qué?
Parece que la vida está cargada de situaciones que nos tientan a separarnos de la fuente proveedora de vida. Como si a cada momento se nos pusiera a prueba para comprobar si estamos bien asentados en la consciencia de pertenencia a la existencia. De repente nos ocurre algo y lo rechazamos o nos quejamos; algo que no llega cuando queremos y entonces reclamamos con ansiedad. Descorazonarse significa dejar de reconocer y agradecer a la existencia aquello que nos manda y nos hace vivir; incluso es reprocharle a la creación o a Dios por no habernos enviado lo que deseamos. Descorazonarse es discutir con el origen, es volverse en su contra, es estar en desacuerdo con el sistema al que pertenecemos y en el que cumplimos una función. Descorazonarse es estar en guerra con los padres, o no haberles perdonado de corazón. También significa ingratitud con quienes te han dado oportunidades.
Estar presentes en la existencia implica que en casi todo momento estamos cumpliendo alguna función; por eso se dice que la existencia nos necesita tal como somos, si nos desconectamos es como si nos desenchufáramos de toda la creación, nos aislamos interpretando que lo exterior es hostil o peligroso, nos volvemos autistas emocionales y tenemos que crear realidades imaginarias para sobrevivir al desastre. Al encapsularnos creamos un ente supuestamente autárquico que se llama YO. Este también es un sistema, en el que la personalidad, el carácter, el temperamento, el ego, los mecanismos de defensa, las máscaras y las mentiras son elementos vitales para su existencia. Este sí que es un sistema muy desequilibrante en la vida humana, porque el yo ha creado una identidad separada de la existencia. Esa es la raíz de nuestro sufrimiento, habernos descorazonado desde la interpretación de que somos algo ajeno al resto de lo que existe. Pero cuidado, que si expulsamos o matamos al yo surgirá un desequilibrio mayor. La clave de equilibrarnos consiste en quitarle el poder que tiene el yo sobre nuestro ser. Es recuperar el poderío del corazón. Esto es corazonarse, es reconectarnos amorosamente con la existencia siendo conscientes de dicho proceso.
Armonizados con todos los sistemas
Amar es estar en armonía con el entorno. Osho afirmó: “El amor no es una relación sino aquello que nos relaciona con todas las cosas”.
Parece ser que los mismos 13 grados de inclinación del eje de la tierra son los que también tiene el eje del corazón humano, ¿casualidad o sincronización? Quizá esto sea un indicio de que nuestro corazón funciona al compás de la tierra en la que vivimos, de igual manera la tierra funciona al compás del sol y el sistema solar al compás de la vía Láctea. Y así con las demás galaxias, e incluso con otras dimensiones y universos paralelos no visibles. El infinito es algo que no tiene origen ni final, no tiene límite. Por tanto estar metidos dentro de la eternidad siendo conscientes de ello nos empuja a una actitud inevitable de humildad ante lo inmenso.
La consciencia de lo insignificante que soy me hace humilde porque he llegado a comprender que humildad es mantenerse con el corazón abierto, no descorazonarse. Es sencillamente mantener la conexión con los sistemas a los que formo parte. La humildad me permite ver mi pequeñez ante la grandiosidad de la existencia. La soberbia me hace ver mi grandeza por encima de mis limitaciones. La humildad me hace ver mi pequeñez ante toda la creación. La soberbia es tan importante para el sistema del yo que quiere superarse, como lo es la humildad para el sistema del ser que quiere pertenecer al todo.
Así como el descorazonamiento se somatiza creando desequilibrio; el corazonamiento se transforma en apertura, entrega, perdón y aceptación. Es la alquimia suprema, nos transformamos en dicha cuando nos dejamos fluir.
Ya que estamos aquí, estamos vivos y tenemos consciencia con la posibilidad de elegir, ¿Por qué no lanzarnos a abrir el corazón? Mirando hacia fuera sin juzgar ni interpretar; sólo con la pureza del corazón dejaremos que la existencia nos posea. Todo desequilibrio que pudiéramos tener se equilibra al permitir que la inteligencia del gran sistema creador nos posea.
Esta es la danza de la existencia y el orgasmo de vivir, cuando asistimos a la manifestación del gran poder del ser supremo en nuestro corazón. ¡Es emocionante!
No es necesario ir contra la corriente, no tiene ningún sentido oponerse al designio de un sistema tan grande que lo integra todo, que sabe lo que hace, que está guiado por el amor. Si te sumas a la corriente creadora acabas sanándote porque ese es el fin último del amor.
En definitiva jamás nos iremos de esta existencia, no hay manera de escaparnos, somos eternos, y esa es la grandeza, todo lo demás son pequeñeces. Cuando ponemos intención a la evolución armonizándonos con la existencia, comprendiéndola tal como se nos presenta en esta vida, surge impetuoso el amor que fluye desde el corazón, y es en ese momento cuando podemos afirmar mirando hacia fuera, mirando todas las cosas y a todos los seres para decirles: “GRACIAS. SOIS PERFECTO, NO PODÉIS SER MEJOR. OS AMO.” Esa voz infinita que viaja más rápido que la velocidad de la luz llegará hasta el último rincón de la existencia, y es en ese momento cuando toda la creación regresa junta y unificada al núcleo del nuestro corazón. Entonces nos integramos. La sanación llega así al corazón del ser humano.
Dejemos que suceda una y mil veces; todo se vuelve a equilibrar, sólo pongámonos a disposición de este maravilloso sistema de amor al que todos pertenecemos y del que somos los creadores.
Alberto Varela