¿TIENE SENTIDO UNA VIDA SIN FELICIDAD?
Sobre el enorme valor y esfuerzo de salir de la insatisfacción.
Vivo rodeada de personas que buscan la felicidad; como si fuera una meta o un estado de ánimo al que se pudiera llegar comprando un billete. Quieren sentirse felices, en paz, equilibrados, con todas sus necesidades cubiertas… y luego conozco a personas que aparentan haberlo conseguido hasta que empiezan a necesitar más cosas para poder sostener esa paz, ese equilibrio y esa felicidad. De pronto, cuando ese endeble estado de aparente felicidad se derrumba o desestabiliza, empiezan a profundizar, a pelar capas de la cebolla de sus estados de ánimo; empiezan a pensarse, a cuestionar lo que tienen, su familia, su orientación vital, social, sexual. Y en un descuido, de repente ya lo están cuestionando TODO… entonces les llega la pregunta del millón: ¿Cuál es el sentido de mi vida? Esta pregunta llega por lo general cuando ya no sirve ninguna artimaña para evitar la insatisfacción esencial.
Este planteamiento no es nuevo, ni siquiera original. Hace muchos miles de años, un príncipe que lo tenía todo llamado Sidarta se escapó de su palacio donde lo tenía todo decidido a conocer “qué era la vida” y buscando “el sentido más allá de la rueda del nacer y del morir” – deambuló por grandes lujos y extremo ascetismo, hasta que, a punto de desfallecer le dio por sentarse debajo de una higuera, dónde le visitó la iluminación después de mantenerse allí varias semanas. Resumiendo mucho la historia de Gautama Buda (no el primero y tampoco el único buda, pero sí a quién se le reconoce el mérito de haber fundado el budismo), se dio cuenta de algunas cosas fundamentales: el hedonismo extremo no conllevaba ni la felicidad ni la ausencia de sufrimiento; el ascetismo extremo mucho menos. Y así fundó lo que se conoce como “el camino medio” basado sobre “cuatro nobles verdades”:
- Toda existencia es insatisfactoria: en idioma común, el ser humano está inherentemente jodido. No hay solución
- El sufrimiento viene del deseo, el apego y la ignorancia: dicho de otro modo, el desconocimiento de nuestro condicionamiento es la semilla de nuestro sufrimiento; el no hacernos cargo de que nos movemos buscando lo que deseamos y rechazando todo aquello que no deseamos es la fuente de la falta de aceptación, de incondicionalidad y de lucha constante. Queremos que las cosas no cambien, negamos la interconexión y la interdependencia.
- El sufrimiento puede ser vencido: a través de la expansión de la consciencia, de la comprensión profunda que sucede en el corazón de todo aquel que toma responsabilidad de sí mismo en todos los aspectos y al 100%. No se puede vencer el sufrimiento buscando que lo de afuera cambie.
- Hay un camino para comprender el sufrimiento que es multifactorial e integrativo, y que requiere un esfuerzo, una disciplina y una constante maduración.
¿Por qué hablo del Buda en un post cuyo título tiene que ver con el sentido de la vida? Porque el Buda también buscaba un sentido a la vida fuera de sí mismo, en métodos, en técnicas y en prácticas. Y se dio cuenta por si mismo que buscando el sentido de la vida dentro de la vida misma nunca lo iba a encontrar. El sentido de la vida sólo podía estar en él, inherente a él, a su alma y a su consciencia. No se lo iba a mostrar ningún maestro, porque cada maestro había encontrado el suyo propio.
Darnos el permiso de considerar que la vida no tiene “sentido” nos abre a la posibilidad de cambiar la dirección de la búsqueda. Nacemos y nos vamos a morir. La gente a la que queremos también se va a morir. La vida ya no estará. Pero en vida podemos encontrar felicidad dentro nuestro, entonces trasciendes a la vida y a la muerte. Esta felicidad, como la maestría interna, no es un método que alguien te pueda enseñar, es algo que puedes descubrir.
Si puedes aceptar la angustia existencial de estar vivo, de ser finito, de estar limitado, de que, igual que naciste, vas a envejecer y a morir y no darle más importancia de la que realmente tiene, te estarás acercando a la comprensión de que la existencia es mucho más que la vida que estás viviendo en este momento. Que esta vida, de hecho, no es más que un instante ínfimo en la existencia de lo que realmente eres.
La felicidad es la acumulación de destellos de profunda comprensión que suceden en un corazón que se abre a recibir incondicionalmente cada huella del camino que la vida tiene preparado.
Cuando dejamos de exigirle el sentido a la vida, damos un giro de 180 grados hacia nosotros mismos, entonces se produce una tremenda autoconfrontación que nos lleva a comprender que “el sentido” es inherente a la consciencia de uno mismo.