alberto consola testimonio ok

NO ES UNA PAREJA, NI UN TRABAJO, NI UNA MEDICINA MILAGROSA, NI UN TESORO MATERIAL…he encontrado lo que no sabía ni que existía, pero que mi alma buscaba y anhelaba: ¡»Un renacimiento»!

TESTIMONIO DE UN ALUMNO DE LA ESCUELA EUROPEA AYAHUASQUERA

Quizá este relato te pueda dar miedo o reparo de tener la experiencia con ayahuasca, pero es un relato real.

Hola, me llamo Alberto, y en diciembre del 2015 acudí a Ayahuasca Internacional con la idea de darle un empuje a mi camino de meditación, de sanación y de comprensión.

Lo primero que me llamó la atención fue la sensación que tenía al hablar con algunos miembros de esta organización. Recuerdo haber mirado a los ojos a la persona que me recibió en mi primer retiro, y haber pensado “esta gente está en otro nivel”. Y lo sigo sintiendo así. Realmente he encontrado lo que no sabía ni que existía, pero que mi alma buscaba y anhelaba.

Lo que he vivido desde ese día ha sido una reorganización profunda de los mecanismos perceptivos que tenía, una limpieza de errores, una apertura a la vida, no a lo que llamaba vida, sino a lo que ahora estoy empezando a descubrir que es la verdadera vida. Todo esto no puede ser descrito en palabras, pero voy a intentar relatar lo mejor que pueda como experimenté mi último ciclo formativo en julio, hace tan solo una semana, ya que, aunque todos y cada uno de ellos han supuesto un violento resquebrajamiento de mi yo anterior, y aunque en cada uno de ellos he pensado que sería imposible vivir una experiencia más profunda e intensa, lo cierto es que a cada nuevo Ciclo Formativo, los límites que parecían imposibles de superar, son atravesados por mí mismo como si me convirtiera en un proyectil provocando a su paso cataclismos de increíble destrucción. Una destrucción liberadora que permite que la vida se derrame, deje de estar estancada, se abra paso por fin entre los escombros, que corra libremente, que vuele y que ría como loca.

Así me siento ahora; loco, libre, vivo, todo, nada, tú, ese perro que nos mira… Me siento sabedor de estar viviendo la aventura del vivir, del experimentar, del sentir, del descubrirme a mí mismo, del milagro de la existencia, del agradecimiento permanente, de la alegría sin más, del amor que recibo y que soy, y que se hace absurdamente evidente cuando los mecanismos perceptivos se limpian de la basura que se había acumulado en ellos durante años.

Por todo esto quiero, antes de narrar, dar públicamente las gracias más sinceras y humildes a todo el equipo de Ayahuasca Internacional, por su sabiduría, su entrega, su profesionalidad, el amor evidente y palpable a lo que hacen, su disposición y su honestidad. Gracias a ellos y a  todo su esfuerzo he podido disponer todo lo que necesitaba en términos de recursos y apoyo para llevar a cabo la gran revolución que estoy viviendo ahora.

He reordenado los recuerdos como he podido, pero hay cosas que no he sabido expresar, y otras las recuerdo vagamente y he preferido no incluirlas. Las he separado para organizarlas en un relato cronológicamente coherente, aunque en realidad lo experimenté casi todo como un solo todo, como si todas las cosas que viví fueran solo una, experimentadas simultáneamente desde diversas… dimensiones?

Me encontraba ya acostado en el colchón, con esa sensación extraña, cuando la ayahuasca ya está dentro del estómago, sin ni siquiera imaginar lo que vendría. Las tomas de los dos días anteriores habían sido muy tranquilas, por ello no pensé lo que iba a ocurrirme a lo largo de esa tercera noche. De hecho durante la primera hora y media no ocurrió nada, tan solo la penumbra de la sala, la música que sonaba y puede que algún tímido vómito ocasional de algún participante. Parecía que esa tercera noche iba a ir por la misma línea de las anteriores. No me parecía ni bien ni mal, era lo que tenía que ser. De hecho se me ocurrió pensar que mi primer ciclo “inócuo”, podría ser la lección que tenía que asimilar en esa ocasión, ya que siempre espero con una gran ilusión la llegada del siguiente ciclo para seguir descubriendo esos horizontes siempre nuevos, desafiantes y reveladores, por lo que una lección de desapego con respecto a las tomas de ayahuasca podía ser aquello por lo que tuviera que atravesar en esta ocasión. Entonces, creo que más o menos cuando iban a cumplirse las dos horas desde la toma, tras un período previo de profunda tranquilidad, mi respiración empezó a acelerarse gradualmente, cada vez más y más rápido, hasta que se hizo imposible aumentar la velocidad. Me encontré resoplando violentamente. El cuerpo entero participaba en ello. Esta respiración desaforada se mantuvo no sé cuánto tiempo. Sentí convulsiones en el cuerpo, sentí que necesitaba muchísima más amplitud de lo que mi cuerpo me permitía, había una fuerza que crecía en mí me llenaba por completo, y aunque se iba liberando un poco a través de la respiración y de las convulsiones, su crecimiento era más rápido que la liberación, y así me sentía como un globo inflándose, pero no de aire, sino de una fuerza que no puedo describir, una fiereza primigenia que se concentraba, se hacía más densa al tiempo que se expandía, ya no tenía tan claros los límites de mi cuerpo, me puse a cuatro patas intentando aguantar todo aquello, las convulsiones y la respiración se habían mezclado convirtiéndose en rugidos que salían de lo más profundo de mi alma, me revolvía en el colchón, me sentía arrebatado, entregado al animal salvaje en el que me estaba convirtiendo. Todas estas sensaciones se hacían más intensas, más desafiantes a cada minuto que pasaba, y cuando más desafiante era, más valiente me sentía, más arrojado, más entregado, sintiendo que todo aquello era algo que estaba siendo orquestado por una inteligencia más grande que la mía, esa inteligencia de la que formo parte y que me conduce. Supe que todo aquello era un preludio. Algo se estaba preparando para ocurrir. Tuve la certeza de que las dos noches anteriores habían sido una “recogida” de “suministros” para lo que iba a ocurrir en esta tercera noche. Iba a ser algo importante. Y decidí con todo mi corazón que nada iba a detenerme, aquello iba a ser muy gordo, y no iba a permitir que ningún obstáculo me arrebatara la oportunidad de ese salto. Busqué miedo en mí, algo que pudiera detenerme o hacerme retroceder. No había ni el más mínimo atisbo de miedo, al miedo ya me había entregado, y ya lo había atravesado y superado en los pasos previos de mi proceso. En medio de aquella gran tormenta la mente estaba en silencio, presente y lúcida. Busqué ira, mientras temblaba, me retorcía, gruñía, rugía, gritaba, busqué culpa, busqué cualquier obstáculo, cualquier cosa que debiera ser limpiada para dejar paso libre a la gran manifestación que sentía bullir, prepararse, cargarse a alto voltaje en mi baterías, al principio dentro de mí, y poco a poco, mientras mis límites se disolvían, pasó a ser algo que ocurría dentro y fuera simultáneamente. Me sentí inmenso, radiante, solo sentía valentía, seguridad absoluta, nada de miedo, nada de ira, nada de nada, vía libre, estoy limpio, sin mácula.

Reconocí que ello era el resultado de un proceso muy duro, me reconocí y me agradecí por lo mucho que había luchado para liberarme, como me había entregado de corazón, como había ido atravesando mi propia sombra hasta el mismísimo núcleo a lo largo de meses, el dolor lacerante, la tristeza, el terror más profundo que me heló la sangre a lo largo de mis cerca de 40 años de vida. Vi toda mi bravura, reconocí mi naturaleza heroica y digna, el coraje imparable que me había llevado hasta allí, mi alma guerrera capaz de fulminar cualquier obstáculo con su mirada de fuego. Rugía estruendosamente como un animal salvaje. Un caudal de energía ilimitado se concentraba en mí implosivamente, a la vez que surgía de mí hacia afuera una interminable explosión continuada, una onda expansiva permanente de rabia pura, una rabia distinta, una fiereza permanentemente creadora y destructora, inocente, limpia, arrolladora. Libertad total manando desenfrenadamente en forma de rugido salvaje. ¡¡Soy inmenso!! Gritaba por dentro. Por fuera rugía como una bestia desatada y retorciéndome ¡¡No puedo creerme esto!! ¡¡No tengo límites!! ¡¡Infinito!! Mis gritos alcanzaron un volumen que para mí era extraordinario, las convulsiones eran cada vez más fuertes. De mis entrañas surgió un vómito que arrasó con todo a su paso dentro de mí, lo sentí como un torrente de gravilla y cristales desgarrándome por dentro, salió disparado arrancándome un grito que no era un grito, era alguna cosa viva en pleno proceso de resquebrajarse, todo rompiéndose, una combinación de risa y llanto de grandísima potencia. Varios vómitos violentos uno detrás de otro, dolor, rotura. Cuando acabó la purga me sentía exhausto, derrumbado.

Caí como una pluma, agotado, suavemente en una paz honda, muy honda, sin fondo. En ese punto estaba sobre mis rodillas, y mi cuerpo se reclinó sobre sí mismo, el tronco descansando sobre las piernas, la frente tocando el colchón, como la postura para orar en el islam. Caía más profundamente en una paz vacía hacia el silencio. La respiración se hizo imperceptible, prácticamente no respiraba. Había música sonando a fuerte volumen, pero yo me encontraba en eso, en el silencio. Pura quietud, a la par que mi expansión e implosión permanentes continuaban haciéndome más grande y más pequeño al mismo tiempo, por incomprensible que pueda sonar. La vida estaba en proceso de manifestarse, eso es lo que sentí. Comprendí que estaba dentro de una matriz. No era nada visual, era una certeza sin más. Estaba siendo gestado. Todo lo anterior, todo el proceso previo era la antesala del nacimiento.

Iba a nacer.

Dentro de esa paz tome plena conciencia de estar siendo nutrido, cuidado, proveído, observado, amado. Se me daba todo lo que necesitaba. No tenía que pedirlo, me llegaba sin más. Supe que estaba eternamente protegido, y que al mismo tiempo no hay nada de lo que tenga que ser protegido. Acepté toda esta profunda comprensión mientras seguía gestándome en mi matriz. No sé cuánto tiempo pasé en ese estado, pero la intensidad del proceso volvió a elevarse gradualmente, sentí mi fuerza en toda su gloria infinita, y sin tener ni idea de reencarnaciones, sin saber si alguna vez antes había renacido, supe que en cualquier caso este nacimiento era diferente, este nacimiento era el resultado de mi propia voluntad consciente en el preciso momento de estar ocurriendo. “¡Ahora nazco porque yo lo decido!” Gritaba en mi interior, ¡Soy mi dueño, soy el autor de mi nacimiento! Y mi percepción se amplió y abarcó otras dimensiones de la experiencia; yo era el que proveía y el que recibía, el que cuida y el que recibe el cuidado, el que ama y el amado, el creador y la creación, en un proceso infinito de auto-creación voluntaria y consciente, el que gesta y el gestado, y también el mismísimo proceso de gestación. El que da a luz y el alumbrado. Y ahora comprendo por qué al nacimiento se le llama alumbramiento. Soy mi Dios, me repetía a mí mismo, no me lo puedo creer, soy mi propio Dios. Soy mi propio creador, y soy propia criatura hermosa, sagrada… lloraba. Y no sé como describir lo que es saberse, no solo creador y creación, sino además el propio proceso creativo como tal, todo como uno.

Mientras me creaba a mí mismo, me enamoraba de mí mismo, no daba crédito a una belleza como esa, tan feroz e inocentemente desatada. La belleza de la existencia, la belleza de ser, la gratitud infinita, absoluta reverencia, amor incondicional por todo lo que existe y que es parte de mí.

No sé cuánto tiempo estuve pariéndome a mí mismo, cayendo enamorado en el éxtasis creativo, teniendo la experiencia cumbre de mi vida, pero sí sé que externamente hacía rato que había entrado nuevamente en proceso de convulsiones, gritos y rugidos de una crudeza como nunca antes había escuchado, que proclamaban Libertad en su esencia: rabiosa e incontenible.

Cuando esta parte del proceso terminó, volví a caer en una serenidad muy honda. La respiración se fue haciendo más lenta y superficial hasta desaparecer suavemente. Como si el tiempo se hubiera detenido, no había respiración pero no me hacía falta respirar, todo era perfecto. Quedé en un estado de ser, sin pensamiento, sin manifestación de ningún tipo, silencio y quietud profunda que se alargó hasta que súbitamente mi cuerpo cogió aire con violencia, tan profundamente y sonoramente que sentí que me llegaba a los dedos de los pies. Ahí hubo otra larga pausa de quietud total sin respiración hasta que violentamente el aire salió disparado hasta dejarme vacío por dentro. Esto se repitió varias veces con la sensación de estar respirando por primera vez en mi vida. Como si eso fuera respirar por fin de verdad y lo que había llamado “respiración” durante toda mi vida anterior no hubiera sido más que una imitación de ínfima calidad. Esta comprensión se extendió a toda mi vida anterior que se me reveló como una distorsionada y pálida imitación de lo que es una vida real, entendiendo que todo el pasado había sido tan solo un estado embrionario. Una preparación para el auténtico nacimiento a la vida, que era lo que estaba ocurriendo en ese momento.

Algo que tengo muy presente ahora es que en esta experiencia, la más grande e importante de mi vida, pude ser testigo, no de algo que ocurrió en ese momento, sino de algo que está ocurriendo ahora, aunque ya no me encuentre en un estado de apertura de conciencia que me permita experimentarlo como durante esa noche. Supe que la muerte y el renacimiento es un proceso simultáneo y perpetuo que acontece en este instante, que soy un proceso vivo de auto-creación constante, que ahora me doy realidad a mí mismo, que ahora me desprendo de mí mismo, que no hay límites, que mi libertad es, que mi camino es y soy, y que ahora empieza todo.

Gracias.

Alberto Consola

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Alberto José Varela

Fundador de empresas y organizaciones; creador de técnicas, métodos y escuelas; autor de varios libros. Estudiante autodidacta, investigador y conferencista internacional, con una experiencia de más de 40 años en la gestión organizacional y los RRHH. Actualmente crece su influencia en el ámbito motivacional, terapéutico y espiritual a raíz del mensaje evolutivo que transmite.

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