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EL AMOR NOS METE Y EL JUICIO NOS SACA. Entramos por aceptación y salimos por rechazo.

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¿ESTOY ADENTRO DE ALGO O ALGUIEN? ¿ALGO O ALGUIEN HA ENTRADO ALGUNA VEZ EN MI?

Claves para comprender lo que entra y lo que sale de nuestras vidas, lo que aceptamos y rechazamos.

 

Dos preguntas que tantas veces me han hecho: ¿Por qué siempre estamos fuera de todo? ¿Por qué no encuentro mi lugar?  Siempre las he respondido superficialmente porque no me quería meter. Ahora ha llegado el momento de comprender, por ello les he dado lugar a que estas preguntas entren en mí para poder entregar respuestas que provenga desde adentro.

Salir y entrar, son dos verbos que me permitieron desarrollar una sinfonía de palabras que quiero compartir contigo para que puedas usar como un concierto que suene en tu consciencia.  Para leer este artículo algo tendrá que salir de ti, sino esta melodía no podrá entrar. Lo mismo le ocurre a mucha gente, alguna parte de sí mismos debe salir para que aquello que lleva tanto tiempo esperando afuera pueda entrar.

Hace varios años que vengo afirmando: “La única salida es hacia adentro”  “Si entras de verdad saldrás transformado”, “La única manera de poder entrar es saliendo de aquello que te tiene esclavizado”, “Es preciso salir para luego volver a entrar, porque entonces te vuelves parte del todo”

 

LA VERDAD SE PRESENTA ESPONTÁNEA:

Estoy en Posadas, argentina, cruzando la frontera internacional, hay dos partes, en una se emigra desde Argentina y en la otra se inmigra a Paraguay, es decir que hay que salir de un país y entrar a otro en la misma frontera. A una de las personas de la comitiva de nuestra organización que se llama Liana no la dejan entrar a Paraguay, le dicen: “Deber salir para volver a entrar” en el leguaje de la comprensión, que llega a través de las señales, le estaban diciendo algo profundo: “Si no sales bien no se te deja entrar” o  “Al salir mal de un lugar tienes cerrada la entrada a otro lugar” esto es algo que no sólo puede ocurrir en una frontera entre dos países, ocurre cada día en nuestra vida. Tenemos cerrada la entrada a todo lo que queremos porque no hemos sabido salir del sitio de dónde venimos.

Un ejemplo: Estar en el pasado es estar atrapado dentro de una cárcel; desde ahí no se posible entrar a un presente o futuro diferente al que estamos viviendo ahora. Cada día que pasa estamos dejando atrás un día más de vida, pero seguimos enganchados a todo lo que ha ocurrido, cada día la cárcel es más grande y fortificada, con una cadena de seguridad que nos deja movernos muy poco, hasta un cierto punto y a muy corta distancia. La libertad no es posible para quien no ha podido salir de su pasado. Estar en el pasado es estar dentro de un ataúd, es estar muerto en vida.

Al mirar hacia atrás, podemos apreciar que hay muchos lugares por los que hemos pasado sin haber entrado ni salido, siempre afuera, como espectadores, como turistas que recorren la vida sin adentrarse en ella, sin sentirla ni saborearla, atravesándola  de manera fría, distante, indiferente y con el sentimiento de no ser parte, ni de querer pertenecer a ella. Tener vida no es sinónimo de estar vivos, son cosas diferentes. Quien no entra a la vida no podrá salir satisfactoriamente hacia la muerte. Quien no sale del ataúd no puede vivir, y quien no vive no quiere morir.

Puedes salir de tu pasado ahora mismo, comprendiendo que te toca entrar a un nuevo futuro, pero no la repetición del el copia-pega de un pasado que rechazas y que sigue creando un futuro tan tortuoso como conocido, sino dejándolo atrás en completa armonía, habiéndolo comprendido desde lo más hondo de tu corazón. Sólo desde la reconciliación se puede comenzar algo nuevo.

 

LA MENTIRA DE CREER HABER ENTRADO

Llegamos a cualquier lugar, situación, trabajo o relación y creemos que hemos entrado, pero en el fondo siempre nos quedamos fuera, auto-engañándonos que hemos entrado.  Este es uno de los autoengaños que más y mejor utilizamos para mantenernos al margen, para excluirnos y dejarnos de lado; para no ligarnos íntimamente con nada ni con nadie, para mantener la secreta idea de que no hay un lugar digno y perfecto para nosotros, para autoafirmarnos en la creencia de que es peligroso entrar. Así nos pasamos la vida buscando nuestro lugar en el mundo, un lugar que no existe, sencillamente porque en lo interno ya hemos sido anulados por nuestra propia idea deformada de nosotros mismos y de los otros. Pero usamos muchas excusa y explicaciones: “No me dejan entrar a ningún lugar”  “Yo no encajo en algunos grupos” “Prefiero la soledad”, pero la situación de fondo esconde una actitud de huida permanente, pero no es un escape de los otros sino de no demoler la creencia que tenemos sobre nosotros mismos, que es justamente lo que nos separa de los otros.

La creencia de lo que somos es la frontera en la que vivimos y nos desenvolvemos, según el tipo de creencia que tengamos acerca de nosotros mismos se creará la vida en la que vivamos.  Replantear esa creencia es replantear toda la vida. Esa creencia ha sido muy bien elaborada, es algo que nadie quiere soltar o ni siquiera tocar o cambiar, pero si la soltáramos quedaríamos libres para poder entrar a todo lo que anhelamos desde lo más profundo del corazón.

 

BREVE HISTORIA DE UNA SALIDA FRUSTRADA:

Llegamos a la vida pero eso no significa que entremos a la vida y a la existencia. Salir del canal de parto no supone que entremos en otro lugar; muchas personas todavía están adentro de su madre, aún no han salido y con ello no están en ningún otro lugar, o mejor dicho, es la madre que está siempre en todas partes; entonces, vayamos a donde vayamos ahí estará ella, porque sin querer e inevitablemente la llevamos a cuesta. Si nos atreviéramos a ver bien de cerca la cuestión, en realidad no somos nosotros los que estamos viviendo nuestra vida, sino que es nuestra madre la que utiliza nuestro cuerpo para ir a todas partes.  La madre es el nexo entre la existencia y la vida, quedarnos atrapados en ella es no haber salido de la existencia ni haber entrado a la vida. Es quedarse en el límite, paralizados en la frontera.

Una gran parte de personas, al salir del vientre de la madre no solo están fuera de su cuerpo sino que ya están fuera de todo, porque han estado adentro de un vientre que no le dio la bienvenida, el feto captó que su madre no le deseaba y ha entendido que no debía haber llegado. Es la expulsión que surge a través de la percepción intrauterina del rechazo de la madre. Estas personas, antes de salir de su madre ya están afuera de todo.

Y hay otro grupo de personas que siendo deseados por su madre, cuando salen de su cuerpo entran a otro espacio llamado vida, existencia, el propio cuerpo separado de quien le trajo a la vida; pero en pocos años y por un sinfín de variables más o menos  traumáticas se ven anulados, dejados de lado, no queridos, rechazados y excluidos.

Ya seas que todavía no hayamos salido, o que hayamos entrado a un sistema que nos oprime, ya estamos esclavizados toda la vida a tener que luchar por entrar a cualquier parte, llevando a cuesta la amenaza de ser expulsados en cualquier momento; el abandono puede venir en todo tipo de situaciones, por  tanto vivimos en una alerta de peligro constante, y a su vez en un intento obsesivo de entrar haciendo cualquier cosa para conseguirlo.

 

EL EVOLUTIVO PROCESO DE SALIR Y ENTRAR:

Al salir del vientre materno se entra en el propio cuerpo, porque ya no hay una dependencia a través de un cordón umbilical, el cuerpo se convierte en la casa, pero todavía está vacía y desangelada porque sentimos que todavía no existimos como un ser independiente a nuestra madre. Necesitamos sentir que somos alguien para entrar a un mundo en donde cada humano tiene una creencia de lo que es. Sin esa creencia no puedes entrar al sistema. Pero esa creencia es una mentira que sólo nos permitirá entrar a otra mentira más grande. Mientras no constituimos nuestra propia personalidad no estamos adentro de esta gran mentira. La creación del yo nos garantiza estar adentro de la sociedad; el ego nos relaciona con todas las creencias de los otros acerca de si mismos, nos otorga la sensación de unidad desde el constructo mental de la identidad.

Adentro está lleno de todo tipo de cosas que nos han metido en el proceso de creación de la personalidad. La incomodidad que sentimos adentro nos hace salir fuera en la búsqueda de algo que nos llene, sentimos nuestra propia casa como un lugar inadecuado,  la vamos abandonando poco a poco y al final se vuelve desolada, desordenada, fría y muy incómoda. Cuando el vacio de la soledad llena todo espacio interior el conflicto está asegurado. En el abandono de uno mismo surge la pregunta ¿Quién soy? ¿Dónde estoy?  ¿Qué es lo que ha ocurrido? Es el inicio de la búsqueda espiritual de tanta gente desesperada.

Hay mucha gente que en esa búsqueda llega a crear un espacio interno protegido, espiritual, y armonioso, en donde crean la creencia de estar bien, pero en el fondo están igual de aquellos que siguen afuera, porque utilizan ese espacio interno para aislarse y separarse de los otros. En algún punto quieren entrar a otros espacios pero no quieren dejar lo que han construido para sentirse seguros. Esto también es estar afuera, pero con la creencia de que están adentro.

Si no estoy auténticamente adentro de mi, de mi cuerpo, de la vida o de la existencia me resultará muy difícil entrar a cualquier otro tipo de espacio, en realidad siempre estoy afuera y tengo la idea arraigada que no puedo entrar, que no quieren que entre, que no me merezco entrar, que ese lugar es para otros, y que yo debo seguir fuera de todo.

Estar afuera es una de las percepciones más arraigadas en la mente humana. El sentimiento de exclusión o expulsión proviene de una idea muy elaborada que partió del rechazo, vivido de muy variadas maneras y en diferentes momentos antes y después de nacer; pero una vez fuera se consolida construyendo una identidad que hace sentir algo en lo profundo: “Soy una molestia”, “No soy bienvenido”, “La vida no es para mí”, “No me merezco un lugar en el mundo”. Estamos ante la esclavitud de la tiranía de lo percibido en todo nuestro pasado y de la creencia que hemos adquirido de nosotros mismos.

 

COMPRENDER ES ENTRAR Y SER UNO

Anoche cenamos con Alberto Moreno, un médico paraguayo que conoce muy bien a los paraguayos y sus regiones, nos comentó que es una pena ver como tratan al río en Asunción, que tiran basura y no lo cuidan, mientras que en Encarnación (donde estamos ahora) se lo trata casi como sagrado.  Le propuse la posibilidad de comprender por qué ocurre eso. Fue una apasionante conversación en la que llegamos a ver la necesidad de meternos adentro de otras personas para poder comprenderles en su actos; para ello es vital la contemplación sin juicio ni criticas, no puede haber descalificaciones porque eso es lo que nos deja afuera y no nos permite entrar a la comprensión del otro y sus comportamientos. Casualmente en Asunción, como en tantas grandes ciudades del mundo, en donde por un lado hay mucha más búsqueda terapéutica y espiritual justamente porque están mal y necesitan entrar dentro de sí mismos, y por otro lado está lleno de gente que necesitan salir de vacaciones o sitios alejados de donde viven.

Si te sientes mal en el lugar donde vives es lógico que vayas a maltratarlo y que quieras huir. Alberto dijo: “Un día voy a ir a ver y contemplar a las personas que arrojan basura al río, quiero comprender.  Es en ese momento en que surge poderosa la intención de entrar dentro de otra persona o situación, observándola, sintiéndola, comprendiéndola, porque es la única manera en la que podamos interactuar con ella para poder inspirarla a hacer una transformación. La comprensión nos pone un punto interno desde donde podemos apoyar y acompañar cualquier proceso de evolución interna.

Nuestro equipo de facilitadores de Argentina y Uruguay vamos a veces al Rio de la Plata con  grandes bolsas y juntamos la basura que se arroja inconscientemente, es porque miramos y comprendemos al río, nos duele, no podemos ser indiferentes, y eso nos abre la posibilidad de hacer algo, pero no criticando a quien lo maltrata sino haciendo algo en pos de la salud del río. Se puede comprender tanto al que daña como al que es dañado. Es la manera de poder ayudar a ambos y de revertir situaciones destructivas. Comprender las partes y la situación es meternos adentro y hasta el fondo.

ENTRAR a cualquier cosa, persona o sentimiento es un asunto muy profundo, nos da miedo entrar, sumergirnos, sentir y ser parte, porque es la antesala del amor, por eso preferimos mantenernos afuera.   De igual manera SALIR de cualquier relación, emoción o situación es algo mucho más delicado de lo que imaginamos, porque según la manera en como salimos estaremos facilitando, dificultando o condicionando otra nueva entrada.

Si seguimos afuera, al final convertiremos lo externo en una zona cómoda y conocida, familiar y a la vez distante de todos y de todo, que nos dejará al margen de de la vida. Pero si entramos cualquier cosa, persona o situación tendremos que rendirnos, en este acto de renuncia y entrega incondicional es donde surge el amor por lo interno. Al entrar en cualquier lugar externo podremos entrar en lo interno. Por eso afirmo que todo lo que entra sale transformado, porque la entrada supone una apertura y una comprensión. La clave está en que después de entrar hay que salir. Todo lo que saldrá después de haber entrado volverá a entrar otra vez, pero de una manera refinada,  y también volverá a salir con mayor poder.

 

EL MILAGRO DEL AMOR:

Dalí afirmó: “La guerra no es un conflicto político, es un fenómeno biológico, un ritual ancestral de crueldad y canibalismo” para mí, la resistencia a la rendición no es un conflicto político entre los personajes que quieren dominar la vida, es un fenómeno de supervivencia de una idea mental que proviene de las percepciones originales. No debiéramos hablar de heridas originales o de traumas originales, sino de percepciones originales, porque ahí es donde está la ENTRADA de todo lo que nos ha condicionado de por vida. El trauma ha entrado y no quiere salir, ha adquirido una forma, una identidad, una fuerza y un lugar de poder. El único trauma es la identificación con la creencia de lo que somos.

La lucha de poder en la que vivimos sin darnos cuenta es una guerra interna entre la limitación y la potencialidad, entre lo que no soy y lo que soy, entre el pasado y el presente, entre lo que me condiciona y lo que me quiere liberar. Nuestra alma quiere entrar a ocupar su lugar pero eso interno ha sido poseído por lo externo, hay un límite que es como un muro y hay guardias que lo defienden, no te dejan entrar aunque tú eres el dueño de ese lugar. Esta lucha hacia adentro se manifiesta en la  vida hacia afuera, en lo cotidiano, con los otros y lo externo.

Cualquier cosa que veamos y que no nos guste, que rechacemos, juzguemos o critiquemos nos está confrontando duramente a vernos a nosotros mismos en el punto en que estamos fuera de nosotros mismos y de eso que vemos.  Lo que da asco no es lo externo sino la actitud interna de no querer entrar para ser parte.

Estar afuera es estar en la dualidad, estar adentro es la unidad; al salir te conviertes en dos, al entrar te vuelves uno. Abordar cualquier asunto desde afuera es hacerlo desde la división yo-tu, externo-interno. Pero abordarla desde adentro es sentir que eres eso, que eso te posee porque te has fundido con ello, por tanto todo lo que plantees o hagas siendo uno con ello creará una transformación desde adentro.

Estar afuera nos otorga un lugar de falso poder para criticar lo que está adentro, es un poder que proviene de la resistencia. Pero cuando entramos de verdad surge otro tipo de poder que proviene de la rendición, tiene la capacidad de cambiarlo todo desde la comprensión. Por eso afirmo que se entra desde el amor, y se sale desde el juicio. Desde el amor siempre somos bienvenidos a todas partes, el amor es la entrada libre a la existencia, el juicio es el código que cierra todas las puertas.  Si has tratado de entrar alguna vez sin haberte rendido, pon atención al momento en que se activa la crítica, la queja, el ataque o el prejuicio, porque saldrás expulsado por la energía del rechazo, no hay acceso a quienes no se rinden, mientras que desde el amor ya estás adentro. En realidad todos estamos dentro pero el rechazo que ha venido desde afuera nos ha expulsado para poder ocupar el lugar vital. Desde esta comprensión nos llega inevitable la hora de recuperar el lugar de poder que otorga el amor.

En el nacimiento y con la primera inhalación el bebe deja entrar la existencia dentro de sí; en la muerte y con la última exhalación todo ser vivo sale de la vida para entrar de nuevo en la existencia. Es el extraño proceso del amor, entrar y salir, inhalar y exhalar, encerrar y liberar. Todo está listo para experimentar ese precioso proceso, pero es muy probable que aun no estemos listos, porque estar listo es haberse rendido.

Dejar de resistirnos y rendirnos es definitivamente el punto clave de inflexión entre el autoengaño de la ilusión o el camino real en el territorio que nos lleva al florecimiento.  Ten cuidado con morirte como una semilla, porque has nacido para flor.

 

Alberto José Varela

[email protected]

 

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Alberto José Varela

Fundador de empresas y organizaciones; creador de técnicas, métodos y escuelas; autor de varios libros. Estudiante autodidacta, investigador y conferencista internacional, con una experiencia de más de 40 años en la gestión organizacional y los RRHH. Actualmente crece su influencia en el ámbito motivacional, terapéutico y espiritual a raíz del mensaje evolutivo que transmite.

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