VALIENTE TESTIMONIO DE UNA MUJER
Los trastornos que produce el patriarcado, y la manera de salir de esa cárcel mundial.
Yo era una niña salvaje. Una niña salvaje que tuvo la desdicha de haber nacido en un sistema patriarcal. Entre mujeres y hombres machistas. Desde pequeña me enseñaron que había una división de tareas, de sentimientos y de reglas entre hombres y mujeres. ¡Qué injusto! pensaba yo. ¡Qué aburrido!
Mi madre, una mujer salvaje también nació en este sistema y desde pequeña pude ver sus luchas para no dejarse encarcelar, abusar, violar. Y mi padre, un hombre muy sensible, también luchaba, luchaba contra el papel que le habían impuesto, el de macho. Los dos fueron humillados por no ser lo que esperaban que fueran. Los dos rechazados por sus familias. Solían huir, y en esas huidas empecé a quedarme sola. Y a sentirme abandonada.
Tenía la necesidad de no ser nada. Quería ser todo. Así empecé desde muy pequeña a disfrazarme de hombre, a escupir en el suelo como macho, a ser una especie de mujer hombre. Las personas se reían de mí, y a través de la risa, de hacerles reír, me iba metiendo poco a poco en los dos mundos.
Empecé a hacer teatro en el colegio de monjas. Era curioso ver como se reían cuando supuestamente les estaba faltando el respeto. Y me enamoré de la idea de actuar diciendo verdades al inconsciente de la gente sin que se dieran cuenta.
Yo me desarrollé a muy temprana edad, desde pequeña era muy sensual, erótica, sexual. Me ponía perfume para dormir. No para salir, como me decían que hiciera.
Desde pequeña empecé a ser duramente juzgada como puta. Por niños y niñas de mi edad. Y rechazada por rara. Mis amigos eran todos mayores que yo y empecé a probar medicinas chamánicas, a fumar marihuana, desde muy temprana edad y a leer a Castaneda. Amaba los Doors, Led Zeppelin, Janis Joplin… El campo y los animales eran mi religión.
Hasta que un día me enamoré. De un hombre- niño herido, víctima del sistema también. Y viví el maltrato físico y mental de las formas más brutales. Quiso cambiarme a su antojo, hacerme de su diseño, anulándome completamente. Haciéndome creer que los hombres me buscaban sólo porque me deseaban. Y por nada más. Y que no se me ocurriera desearles porque eso quería decir que no le amaba y si les deseaba era una puta. Cuando lo hacía, o él creía que lo hacía, me daba tales palizas que hasta el día de hoy no entiendo como no me mató. La muerte cuando llega, llega. Y cuando no llega, no llega.
Y así poco a poco fui perdiendo mi libertad y mi niña salvaje quedó encarcelada. Me fui transformando en una especie de mujer-niña-hombre. Temerosa, miedosa, sin autoestima, resentida, autocompasiva y con muchísima rabia contenida. Buscaba sin parar algo, porque no podía creer que el mundo fuera eso nada más, y empecé a drogarme y hacer todo lo que se suponía que no podía hacer. No hacía las cosas porque quería, las hacía por rebeldía. Había caído en un juego autodestructivo total. Hasta que se me despertó un tumor en mi ovario y tuvieron que operarme de forma urgente. Un médico quería vaciarme. Otro, me dijo que podía cambiar toda mi vida para sanarme. Ese cáncer me despertó, me hizo abrir los ojos a la fuerza. Y decidí curarme. Ahí empezó mi búsqueda para sanarme, de la mano de Louise Hay, de mi familia y del oncólogo.
Cuando decidí formarme como actriz, que era uno de mis grandes deseos, dí con una técnica muy profunda, junto con mi profesor, que también lo es, fue una bomba para mí. En pocos años pude trabajar todo lo que no me permitía sentir de verdad y todos mis bloqueos. Junto con otras técnicas terapéuticas y de auto- conocimiento. Y aún seguía buscando mi centro, mi equilibrio. Así encontré el budismo y ahí empezó una transformación desde dentro muy fuerte e importante. Pero mi cabeza seguía a su propio ritmo.
Quería ser feliz en mi vida, disfrutar de ella. Y no podía, pese a haber cumplido con todos mis objetivos. En escena me permitía sentir, pero al bajarme del escenario no podía. Las voces de mi cerebro no paraban de hacer ruido. Todo el tiempo. Y me sentía culpable cuando empezaba a disfrutar de algo. Y tenía pánico a sentirme bien. Tenía muy bien aprendido que después del deseo y del disfrute, venía el castigo.
Así encontré la organización Inner Mastery International.
Trabajaban con una medicina llamada ayahuasca. Que acelera procesos y es integrativa. Justamente lo que estaba preparada para recibir, lo que buscaba. Había vivido tantas cosas, tantas situaciones traumáticas. Había acumulado tanta información que no bajaba, que estaba en mi cabeza dando vueltas y vueltas todo el rato. Estaba encarcelada todavía, pero por mi mente.
Yo ya había escuchado sobre ella y pensaba que era una droga más, y no me gustaba el hecho de que estaba muy ligado a lo religioso, y a la palabra DIOS. Palabra que solía generar en mi pequeñas ronchas y comezón en mi cuerpo. Y me daba miedo el mundo de los chamanes, ya que había leído mucho sobre eso y había todo tipo de magia y de poder que no me gustaba.
Por otro lado me pareció raro que en este caso la utilizaran para sanar adicciones. Eso me rompió un esquema, y como me gusta romper esquemas, decidí ir a una de las conferencias. Cuando fui, llegué tarde. No me gusta llegar tarde. Empecé a tocar el timbre desesperada y no sabía por qué estaba tan desesperada.
Me atendió un tipo que tenía una cara de mala leche que era impresionante. Me sentía molestar. Pero al mismo tiempo no entendía que en un lugar de sanación alguien se permitiera tener cara de mala leche y no una sonrisa. Esas sonrisas forzadas que solía encontrarme en los lugares de sanación. Eso me hacía romper más esquemas.
Me encontré con dos hombres salvajes, dando una charla. Eran españoles, vestidos de forma normal. Pero eran salvajes, los podía oler. Y en ese momento conecté con mi niña que daba patadas desde dentro de mí, avisándome que era allí, que le hiciera caso. Que me quedara. Pero al mismo tiempo empecé a juzgarlo todo. Eran chicos jóvenes. ¿Qué podían enseñarme ellos a mí? Usaban un tipo de tabaco que se lo metían por la nariz como si fuera cocaína. ¿Pero no era que era para sanar adicciones? Me fui de allí completamente confusa. Yo era supuestamente budista, centrada, responsable. ¿Cómo podía estar allí? Y no sólo eso ¿Cómo podía desear estar allí e irme al retiro con ellos?
Decidí ir. Me había entrenado a seguir mi instinto y por alguna razón mi instinto resonaba como un tambor dentro de mí, hacía mucho tiempo que no me sentía tan viva y completamente perdida al mismo tiempo. Ese era el camino.
Decidí ir para quitarme la adicción a la marihuana. Y para integrar todas mis vivencias y volver a reconectar con las ganas de vivir de verdad y pasármelo bien, de verdad.
Quería sanar, pero nunca me esperé el camino que me esperaba, el del amor. ¡Dentro de mí quería volver a amar, pero sufrir no. JA!
En la primera noche conecté con el amor. Venía de todos lados. Pero me sentía sedienta. Fue la única vez que hice dos tomas, ya que era como beber amor. Mi mente de repente dejó de funcionar como solía hacer. Y empecé a sentir. Se me activó mi creatividad más profunda y pude ver en la situación que me encontraba. Estaba muerta. Me había abandonado a mí misma. Había una voz, que venía de mi interior que me iba guiando y explicando lo que estaba pasando. Me empezó a hacer preguntas. Había desconectado tanto con mi cuerpo, con lo que deseaba, sentía y necesitaba para vivir, que me estaba cagando, tenía sed, quería vomitar y no me había dado cuenta. Cuando conecté con todo eso pensé que explotaría. Pero no fue así, descubriendo que dentro de mi sí había un centro que me guiaba a hacer cada cosa a su tiempo. Y pude ir haciendo lo que necesitaba hacer, paso a paso.
Ese fue el comienzo.
Al salir al patio quise comunicarme con dos personas que estaban allí. Quería decirles lo que tenían que hacer. Pero no pude. Esa voz, amorosa y tranquila me dijo que me callara la boca. Ya no podía hablar ni hacer nada como antes. No sabía quién era yo.
Al otro día en la integración uno de los facilitadores me preguntó si me quería abrir al amor. Que ganas tenía de que me hicieran esa pregunta al fin. Dije que sí sin pensarlo. Luego hice un ejercicio. Con música tenía que bailar y seducir a todas las personas que allí estaban presentes. Yo acepté el reto. “Soy actriz”, pensé- “Esto esta chupado”.Pero fue horroroso. Me sentía una puta. Sentía como todos me juzgaban. Al acabar, todos se levantaron y me abrazaron. Comprendí que la única que se juzgaba era yo. Y descubrí que no era un personaje, era yo. Estaba conectando con lo que yo sentía de verdad.
Dese allí en adelante todo se transformó en un baile de aceptación, sanación, y dejar fluir todo tipo de sentimientos que se habían quedado atascados y que no me había permitido sentir en su momento. Todos fueron fluyendo. En las tomas y en las integraciones.
Gracias a las integraciones podía integrar todo lo que había experimentado la noche anterior. Y sobre todo prepararme más profundamente para las tomas siguientes. Ya que suelo dispersarme muy fácilmente. Y eso me ayudaba a seguir profundizando. Pero no de la forma en la que yo estaba acostumbrada. Había días que no me preguntaban nada, nadie me preguntaba, parecía que yo no existiera, nadie me exigía, parecía que no generaba ningún tipo de interés, como si fuera un fantasma. ¡Nadie me daba pelota!!!! Me sentía rechazada, abandonada. Pude conectar por primera vez de verdad, con la necesidad de ser el centro de atención. Y por otro lado la necesidad de que accionaran por mí. De que me empujaran. Y llegué a la conclusión de que no tenía en mis manos las riendas de mi vida. Ahí empezó mi necesidad de huir de allí. De una lucha interna de huir o quedarme y de no poder dejar de ver la víctima en la que me había convertido. Al mismo tiempo iba leyendo las cosas que decían sobre la organización, por internet y eso me generaba otra lucha dentro de mi, y la excusa perfecta para huir. Y dentro de mi corazón, como un tambor, “sigue a tu corazón Paola, sigue a tu corazón”.
Se hablaban de muchas cosas. Sobre todo de recuperar el poder personal. Eso me gustaba, pero hasta eso lo entendía mal. En fin, que fue como meterme en el cuento que siempre había querido estar. Alicia en el País de las Maravillas. Mi cuento favorito. ¡Allí todos estaban locos!! ¡Que mal, que bien! ¡Que confrontador, me cago en todo! Cuando hablaban de poder yo sentía como me hinchaba y las ganas de ser la mujer maravilla luchando contra el mal. Pero ellos lo decían con amor en los ojos, no habían luchas allí. Me sentía estar al revés. Sentía que me iba a volver loca. Mi mayor miedo. Y cada vez con mayor pasión por descubrir qué mundo era ese. Todo me llevaba hacia mí. Hacía mi interior. La única persona que podía contestar a mis preguntas era yo misma. Que desamparada me sentía. ¿Quién era yo? Y volvía a hacerme pequeña.
En ese proceso había algo que me hacía aumentar mi confianza cada día. Y era que en muchos momentos de vulnerabilidad podrían haberse aprovechado de mí. Sobre todo cuando empecé a liberar mi sexualidad. La sexualidad que se había quedado reprimida. A medida que me iba liberando, les iba estudiando sus reacciones. Los examinaba continuamente a todos. Hasta que ya no pude controlar, cuando realmente empecé a desear de verdad. Ahí empezó lo jodido. No me lo esperaba. No quería pasar por eso. Desear me hacía sufrir. Empecé a descontrolarme y ahí empecé a sanarme de verdad. Una parte de mi necesitaba demostrar que todos los hombres eran viciosos, maltratadores y machistas. Al principio lo hacía sin darme cuenta, pero un día en mi casa pude sentirlo. Y pude hacerlo consciente. Y eso me llevó a la machista, maltratadora y viciosa que había dentro de mí. Aquí ahora no puedo más que agradecer y escribir; JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA .Yo estaba creando mi propio juego. Y cuando paré con ese juego, todo el exterior empezó a manifestarse de otra forma, desde el amor.
Agradezco como trabajan la energía de sanación desde el principio al fin. Eso ha sido lo más bonito, la ética, el amor, y el respeto con el que me tratan. Pueden ver lo que necesita cada uno y eso es maravilloso. Sanación a la carta.
Ha sido y sigue siendo y seguirá siendo un proceso de transformación constante, en donde cada cosa que vivo en los retiros es justamente lo que necesito para sanar dese la raíz. Puede sonar bonito pero no lo es, es jodido. Pero sanador. Y eso está sucediendo ahora también en mi vida diaria. Fuera de los retiros. Me pillo yo sola. Puedo verme como reacciono frente al rechazo, cuando me siento abandonada, o humillada. Como deseo y a quién. Y decidir en cada momento que camino quiero tomar y a dónde quiero ir. Las respuestas a los dos, es AMOR. Ahora amo el sistema, amo mis células cancerígenas que me despiertan y me guían. Amo a mis padres y a sus heridas. A lo que me han enseñado. A mis hermanos. A la mierda que hay a mi alrededor y dentro de mí. AMO.
He desarrollado mi confianza en mí misma, puedo escucharme más claramente, escuchar esa voz salvaje que hay dentro de mí, que viene desde lo más profundo de mi corazón y desde el amor, desde el más profundo amor. ¡Y seguirla!
Cuando la sigo todo es calma. Digo que no cuando lo siento, que si cuando lo siento. No necesito explicarle nada a nadie. O sí, pero porque yo lo quiero así. Simplemente fluir y disfrutar.
Hacer las paces con mi niña salvaje resentida y transformarme en una mujer salvaje desde el amor.
Todavía tengo mucho trabajo por hacer. Pero he recuperado mi poder personal. Mi centro.
He podido liberarme del pánico escénico, de mi neurosis constante para poder centrarme y profundizar en los personajes disfrutando de ellos. Y al mismo tiempo poder salir de ellos con mayor facilidad. Mi vida actoral y mi vida, están unidas. Ya no están separadas. He podido integrar lo que decía mi director preferido David Mamet; El personaje no existe.
Mi experiencia con el sapo bufo alvarius fue maravillosa. Después de varias sesiones de ayahuasca mi escucha se había hecho más profunda. Y pude escucharme en todo el proceso. El antes, el durante y el después. Pude escuchar mi miedo otra vez, mi pánico a lo desconocido. Mi pánico a mí misma. Mi desconocimiento sobre mi misma y como me enfrentaba a ello. Y durante el proceso pude liberarme completamente. En los primeros segundos sentí un orgasmo cósmico. Mi mente no estaba. Al fin no estaba. Ese fue el mayor regalo que recibí en mi vida. Era puro cuerpo y espíritu, vacío y plenitud. Yo estaba en todas partes y todas partes estaban en mí. En la nada estaba el todo. Y en el todo estaba la nada. La naturaleza y la tierra entró en mí. Luego el fuego y el viento. Guiado por el agua que no paraba de fluir. Y las serpientes, mis guías.
Comprendí que para amar, tenía que rendirme y entregar mis armas. Se las entregué al sol. Comprendí como las había creado y para qué y sentí como ya no las necesitaba. Pude volver a nacer como mujer y como ser humano desde el amor. El poder no estaba en mis armas, estaba y está en mi corazón.
No era sólo una mujer miedosa, sino muy valiente, guiada siempre por el amor. No había nada de malo en mí. Me habían quitado mi tambor y pude sentir como el tambor volvía a mí. Así salí del pozo. Sola. Y elegí la luz, también. Al fin.
La medicina me ayudó a resetear mi sistema, borrando mi pasado y mi futuro condicionado por mi pasado. Para vivir el presente sin problemas ni tantas expectativas enfermizas y condicionantes. Me ayudó a hacerme consciente de todo para poder ponerlo en práctica y sostenerlo en mi vida.
En cada paso hay una decisión detrás y es mía, de nadie más. Nadie tiene la culpa ni es responsable de lo que yo decido. La responsabilidad está en mí y es conmigo. Yo creo mi vida a cada instante. Así que si hay algo que no me gusta vuelvo a mí, en mí está la respuesta y en nadie más. Al mismo tiempo yo no puedo ser responsable de lo que el otro decide, como tampoco soy la culpable. La libertad es eso justamente, ser y decidir desde el corazón, es el camino más directo hacia el amor, que en definitiva es de donde vengo y a donde voy y elijo ir. Es mi guía.
Esto no quiere decir que ya no juzgue, ni que ya no tenga miedo, ni que no tenga conflictos, porque sobre todas las cosas me estoy liberando de mi necesidad de ser perfecta y de mi derecho a equivocarme en todo mi esplendor. Desde el amor sólo hay confianza y no hay error. Y me lo merezco.
En el último retiro hicimos unos ejercicios de visualización profunda. Pude conectar con muchos sentimientos y hacer las paces con mis padres desde lo más profundo de mi corazón. Sin ayahuasca. A los dos días de irme de allí recibí un video de mi hermana sorprendida y maravillada. Ya que mi padre en una reunión familiar se puso a bailar por primera vez. Mi hermana empezó a grabar, y entonces empezó a bailar más intensamente. Eso es sanación. Dos días antes lo visualicé bailando, disfrutando de la vida. Unos meses atrás pude agradecerle de corazón muchas cosas. Y hoy baila.
Estoy totalmente agradecida de todo el proceso a ésta organización sanadora y sobre todo a mí misma, por ir hasta el final, confiando, pasara lo que pasara. Y abrir mi corazón. Y lo que me falta por descubrir… que misterio… he hecho las paces con el misterio de la vida, conmigo misma. Y con mi mente.
Eso es lo que he podido integrar y recuperar en la escuela:
El respeto y el miedo son cosas diferentes. Se puede respetar desde el amor.
El poder personal es el amor incondicional por mí misma.
La verdadera libertad viene desde el amor a mí misma y nada ni nadie me la puede quitar.
Lo femenino une, no separa.
Los hombres y mujeres unidos desde lo femenino es lo que sana, no por separado.
Hay chamanes como los hermanos pachulkan que también son guiados por lo femenino y utilizan su poder para sanar desde lo femenino.
Si juzgo al otro, lo condeno y me condeno. Si juzgo a dónde tengo que mirar es hacia mí misma.
Competir es matar mi potencial y el del otro. Unirnos es trabajar juntos para desarrollar el máximo potencial en mí y en el otro.
En el pedestal estoy yo y nadie más. Soy la que crea absolutamente todo.
Las medicinas son herramientas muy poderosas, pero cada uno tiene su propia experiencia con ellas. Es hermoso descubrir cómo cada uno va descubriendo su propio camino que lleva al mismo lugar. El amor.
GRACIAS.
Paola Gadea