UN TEMA IMPORTANTE: LA CARENCIA DE IMPORTANCIA.
Si decides dar importancia y/o ser importante es porque estás en el camino de la sanación de una de las heridas principales de la niñez.
Esta semana nuestra gata Luna ha tenido 6 gatitos. Me está enseñando tantas cosas en su manera de actuar con sus crías. Está absorta y entregada al 100% dándole todo lo que necesitan. Le da tal importancia al cuidado de cada uno de ellos que me emociona ver tanta dedicación. Con los humanos ocurre algo diferente, en el cuidado y atención que damos a nuestros hijos navegamos por extremos que van desde la sobreprotección hasta el desprecio, desde el abandono hasta el control total. Desde la obsesión hasta la manipulación. Pero con la diferencia que los “niños” humanos procesamos emociones y sentimientos mucho más profundos por el hecho de que tenemos una consciencia que nos lleva a darnos cuenta y sacar conclusiones acerca de los hechos que acontecen. De la percepción del cuidado y/o importancia que nos dan nuestros progenitores surgen las ideas y pensamientos que van a guiar en gran medida nuestra vida.
Si no has sido importante para nadie o si nadie lo ha sido para ti, estás en un lío muy “importante” del cual puedes salir si te atreves a darle importancia a este tema, poniéndole consciencia y corazón. Si me permites, te sugiero que des toda la importancia a este momento de lectura, es cierto que me estarás dando importancia a mi o a mi escrito, pero además estarás dando importancia a tu deseo de superación. Será una grata e importante experiencia.
Para comprender la importancia que juega en la vida ser importante debemos remontarnos al origen, la relación con nuestros padres o con quienes nos han acompañado en nuestros primeros años de vida esconden los secretos del nivel de importancia que nos han transmitido.
¿Has sido importante para tus padres? ¿Tus padres han sido importantes para ti? Se abren muchas posibilidades, en primer lugar porque hay una relación cruzada, puedes haber sido importante para tu madre pero no para tu padre o viceversa. Tu puedes haber sido importante para tu padre pero no para tu madre, o viceversa; y además el nivel de importancia es variable, podríamos decir que de 1 a 10 por ejemplo. Hay diferentes niveles. De la combinación de ambos surge la resistencia o necesidad de importancia.
Entonces, si llegas a la conclusión de que el nivel de importancia que has tenido en tus padres es menor que 10, (siendo que 10 es el máximo nivel) evidentemente no has sido lo importante que deseabas ser. La resistencia a querer ser importante para otros o tener miedo a serlo nace del registro de indignidad en la niñez, por tanto la conclusión a la que has llegado es que nadie quiere que tú seas importante porque no te lo mereces. Te dolerá ser importante, lo considerarás obsceno o irrespetuoso, y por tanto lo evitarás de cualquier manera, escondiéndote, anulándote, excluyéndote, marginándote, o lo que es peor haciendo de todo para confirmar la nula importancia que tienes. Por otro lado, y paralelamente, si el nivel de importancia que han tenido tus padres en ti no ha llegado a 10 es porque ellos no han sido todo lo importante que tu necesitabas, así llegas directamente a la conclusión que los otros no se merecen ser importantes para ti. Entonces harás todo lo necesario para que nadie llegue a serlo, les cerrarás las puertas, te aislarás, no permitirás que nadie entre a tu vida y seguramente tendrás terror a la intimidad; podría ser muy peligroso enamorarte de alguien, sentir atracción o desear estar con otras personas porque eso iría en contra de tu conclusión: no son dignos de mí. Están castigados.
También hay combinaciones cruzadas y muy complejas, por ejemplo: si los otros no fueron importantes para mí yo tampoco quiero serlo para ellos; o, si yo no he sido importante para otros no voy a permitir que otros lo sean para mí. Una ley de compensación o venganza trata de nivelar y hacer justicia. Si yo he sido importante para mi madre pero mi madre no me ha hecho sentir importante al margen de ella sino solo a través de ella, entonces no podré ser importante por mí mismo sino siempre seré importante en función de si logro ser importante para otros, entonces voy a querer ser importante para otros pero nunca me sentiré importante por mí mismo o para mí mismo. Las madres o padres que raptan emocionalmente a sus hijos a través de la importancia obsesiva que a ellos le dan, le secuestran la importancia. Estos son solo algunos ejemplos.
La realidad más o menos generalizada es que todos los humanos tenemos una mezcla de ambas situaciones, ni hemos sido todo lo importante que quisiéramos ni nuestros progenitores han llegado a ser todo lo importante que deseábamos. Hay una carencia de importancia que se registra como una impronta psicoemocional y que activa más o menos conscientemente una manera de relacionarnos con los otros que contiene la combinación de ambos valores de importancia: la que yo tuve en otros y la que otros tuvieron en mí.
Estamos ante uno de los condicionamientos básicos más importantes que rige nuestra vida.
¿Buscamos ser importantes? ¿Por qué no permitimos que otros lo sean? De estas dos respuestas dependen gran parte de nuestros actos y reacciones. Nuestros planes y proyectos están regidos por LA IMPORTANCIA, o mejor dicho por la ausencia de importancia, surge un complejo de inferioridad o superioridad, que es lo mismo manifestado de maneras diferentes para tratar de compensar o equilibrar dicha ausencia o para tratar de demostrar que no era justo vivir esa carencia.
Podemos ver en nosotros esa parte ambiciosa y muchas veces incontrolable que domina nuestros deseos de ser más, de tener más, de mostrar más, o bien… o esa otra parte sumisa y desvalorizada que nos lleva a querer ser menos, a ajustarnos a lo suficiente, a resignarnos, a escondernos de los otros por vergüenza o a escapar para nunca tener protagonismo. Son las dos caras nefastas de una misma realidad humana que se manifiesta de muchas maneras en las relación humanas: entre ricos y pobres, dominantes y sumisos, perpetradores y victimas, superiores e inferiores, padres e hijos, hombres y mujeres… Todos unidos por la misma palabra: IMPORTANCIA. Ya sea por ausencia, necesidad, rechazo, resistencia, búsqueda o exceso.
Cuando nos disponemos a resolver de raíz nuestras heridas, resulta inevitable tener que atravesar esta capa tectónica de condicionamiento que es el cimiento mismo en donde se construye la estructura de la personalidad. Ser, querer, tener, hacer, buscar… son verbos que denotan los movimientos que realizamos en función del nivel de importancia que se nos ha grabado en nuestras células.
Frases como: “Lo has hecho mal”. “Siempre te equivocas”. “Eres tonto, torpe, no prestas atención”. “No haces lo que te digo”. “No eres suficiente”. “No das la talla” “Debieras ser otro o diferente” que provienen de nuestra niñez están brutalmente grabadas en nuestro inconsciente rigiendo nuestras vidas. Frases como: “Lo has hecho muy bien hijo…” “Te felicito, que bien lo haces” “Lo mejor es para ti” “Te mereces el amor” “Eres muy importante para mi” “No te preocupes por hacerlo a la perfección sino como tú puedes hacerlo” “Salga como salga lo que haces es perfecto” son expresiones que hubiéramos disfrutado mucho pero que han estado muy ausentes en casi todos nosotros. Los padres humanos no han comprendido la tremenda importancia que tiene ser importante para nuestros hijos y que ellos lo sean para nosotros. Los sistemas familiares están infectados del incorrecto manejo de la importancia de quienes los componen, que muchas veces deriva en una inadecuada utilización del poder. De este núcleo de humillación y abuso nace la subyugación, la sumisión, el sometimiento, la anulación y la autoexclusión, y por supuesto también el rechazo acérrimo a ese tipo de actitudes.
Para mí no hay que “dar” importancia sino devolverla. Ya tenemos importancia, pero no la vemos, nos la ha dado la creación por el mero hecho de crearnos. La existencia nos ha considerado tan importante dándonos vida, permitiéndonos llegar a un planeta tan maravilloso, haciéndonos únicos e irrepetible, demostrándonos cuanto nos respeta al hacernos diferentes a otros. Nadie es igual a ti ni a mí, esta individualidad es preciosa. Es la importancia que le da lo grande a lo pequeño. Cuando damos importancia a lo pequeño nos hacemos muy grandes por dentro, porque es el reconocimiento de la importancia que tienen todas las cosas lo que nos permite reconectarnos desde el corazón con todas las cosas y personas. Cuando somos conscientes de la importancia que tenemos es cuando nos damos cuenta que hay que devolverla, ahí se torna sanadora.
La importancia es medicina pura. Una vez que se toma y se integra, crea un centro y un eje desde donde ruedan todas las cosas, entonces nunca más la necesitaremos.
Tú lector eres muy importante para mí, y si escribo tantas cosas en mi blog es porque quiero serlo para ti.
Alberto José Varela