LA CONTRADICCIÓN QUE DIRIGE NUESTRAS VIDAS:
Si, pero no. No, pero sí. El «no» no es un «no» auténtico, el «sí» no es un «sí» real.
SÍ y NO son las dos palabras más influyentes en nuestro destino, son las que determinan la posibilidad de solucionar la mayoría de los problemas o limitaciones que tenemos según cómo, donde y cuando se las utilice; son las palabras que pueden acabar con la infelicidad si las usáramos con consciencia y a tiempo, pero no somos capaces de utilizarla asertivamente por motivos inconscientes que pueden ser descubiertos y resueltos.
Lo primero es reconocer estas dos poderosas palabras: sí y no, con todo el respeto que se merecen, ya que son las palabras menos confiables que existen en el lenguaje humano porque se utilizan como herramientas de manipulación.
Decimos si para engañar a los otros, porque detrás sabemos hay un no escondido. Decimos no para manejar un falso poder sobre otros, cuando en el fondo queremos decir si y nos negamos o anulamos. Usamos el sí para seducir y atrapar, pero luego utilizamos el no para vengarnos. Usamos el no para poner distancia con otros, pero luego utilizamos el sí para manipular cuando queremos o para elegir la manera de autocastigarnos por no haber sido sinceros.
Cada decisión que tomamos tiene el poder escondido de transformar nuestra vida. Detrás de todo sí hay un no a algo. Digo sí a hacer lo que quiero, en ese mismo instante le estoy diciendo no al autocastigo. Digo no a seguir posponiendo una decisión, y en ese mismo momento estoy diciendo sí al respeto por mí. Digo si a lo que debiera decir no y digo no a lo que quiero decir sí, como si fuéramos expertos en anularnos a nosotros y no darnos la importancia debida.
DEJAR PARA MAÑANA LO QUE PUEDO DISFRUTAR HOY
Afirmar: “No es el momento” o “no me lo merezco” es lo mismo; la felicidad de decidir a favor de mi no es posible porque me he condenado a sufrir. Casi todas nuestras decisiones están guiadas por un fondo de culpa, por eso las utilizamos para castigarnos. Sentir que no estamos preparados es en realidad creer que no somos dignos. La desvaloración está activa en la raíz de casi todo lo que decidimos. La creencia que no valemos y que no podemos es la fuente de inspiración de nuestras elecciones.
Cuando tienes ante ti la oportunidad real de hacer algo que quieres, pero te niegas a ello está operando un impulso inconsciente que proviene de la necesidad inconsciente de frustración.
Miles de personas nos llaman interesadas y necesitadas en asistir a nuestros retiros, y solo el 12% acepta permitírselo, son los valientes amantes de sí mismos; pero el 88% tienen muchas supuestas razones para decir NO; al indagar en las causas reales escondidas detrás de la negación, descubrimos que casi todos los noes que se dicen son falsos cuando se trata de dar un paso en la dirección del reencuentro con el amor hacia uno mismo. “Si llego a decir sí podrían comenzar a ocurrir cosas que superarían mi capacidad de disfrutar. Recibiría lo que no me creo merecer” Por tanto, mejor decir que NO. Y afirmar: “Todavía no estoy listo” que es como decir “Aun no me considero importante”
Una persona tiene ante sí la posibilidad de decidir hacer algo que le haría mucha satisfacción, pero se activan todas las excusas que atentan con la integridad de ser uno mismo justo en el momento mágico en que lo necesitamos. Una sospechosa actitud perversa que atenta contra la autoestima.
¿Cuándo me lo voy a permitir? ¿Cómo es que puedo hacer lo que siento ahora? ¿Qué me ocurriría si hiciera lo imposible para hacer posible algo que me haga sentir bien? Preguntas que surgen de esta parte más profunda aun que sabe lo que vale y lo que puede, que defino como POTENCIALIDAD, y que cuando es reconocida y atendida siendo consciente de ella, se comienza a despertar, como una semilla que inicia su germinación hacia la luz.
Un dato interesante: El 100% de ese 12% que aceptaron permitírselo, que dijeron SÍ, volverían a tomar la misma decisión. Porque cuando decimos sí a favor de nosotros mismos surge una nueva valoración, un aprecio por escucharnos.
EL MERECIMIENTO VUELVE LOCO A CUALQUIERA
Mañana es donde ponemos todo lo que nos haría feliz ahora, y en esa actitud de supuesta cordura estamos posponiendo para siempre la realización del ser. Nuestro ser comienza a cristalizarse cuando comenzamos a decidir sin considerar el factor tiempo como una justificación. Cuando no calculamos, sino que sólo conectamos con aquello que queremos ahora, es cuando se acaba la especulación, y con ello se bloquea el mecanismo de auto tortura que viene actuando en automático para machacarnos
Toda persona que asiste a nuestros retiros de desarrollo personal ya reciben una sensación de felicidad cuando acepta venir porque está decidiendo a favor de sí, la sanación de sus heridas o de sus carencias comienza a llegarles como una ola de energía en el mismo momento en que realizan la reserva de su lugar para participar de algo que su alma quiere experimentar. Al llegar cada persona a nuestros retiros ya llegan imbuidos en esa energía de satisfacción porque han tomado una decisión a favor de sí mismos. La decisión de decir sí es la introducción al efecto reconciliador que van a experimentar en esos días de pura dedicación a su felicidad en el aquí y ahora.
Cuando ya estamos reunidos todos para comenzar el retiro surge el momento de comprender que hemos dicho SÍ, y lo hemos dicho no a algo externo sino interno, a nosotros mismos, y con ello hemos sido respetuosos con nuestra integridad. Ser coherentes en las decisiones que ya hemos tomado y que muchas veces no concretamos esconde un auténtico tesoro de poder para hacer una gran transformación interior.
Los motivos aparentes por los que acude la gente a retiros de desarrollo interior pasan a un segundo plano cuando se comprende que lo que se viene a sanar es el nivel de duda que cada uno trae hacia si mismo. Y la DUDA, es un resultado de la indecisión.
Cuando decides a favor de ti y cumples con la decisión, los pensamientos que tienes en contra de ti comienzan a debilitarse. Ya has comenzado tu proceso de recuperación de lo que vales y te mereces.
Alberto José Varela