Sobre la gran habilidad humana de evadirnos de la verdad.
¿Qué tendrá la mentira de atractivo o conveniente para que seamos tan adictos a ella?
Antes de comenzar este duro y reflexivo artículo, podemos definir que «vivir en la mentira» es dar por cierto todo lo que nos dicen; no cuestionar para nada lo que ya creemos; aceptar como verdadero sólo lo que se puede ver, oír o tocar; no decir o expresar lo que sentimos; permitir que nos mientan sin decir nada aunque nos demos cuenta que nos están mintiendo; hacer creer a otros como reales cosas que no lo son. Mentir es no decir la verdad, decirla a medias u ocultarla, no denunciar la mentira, crear realidades que no existen, hacerle creer a otros cosas que no se pueden comprobar como ciertas.
Según esta definición, es un hecho que hay muchas personas que viven en la mentira, pero no por ello son malas o necesariamente tienen que estar mal. Sino que han llegado ahí después de un largo y laborioso camino. Poder vivir en la mentira es una gran conquista. Tejer un compleja red de mentiras para llegar a auto-engañarnos requiere de muchos años de dedicación. Ojala yo hubiera podido seguir viviendo en la mentira en el año 1989 cuando estaba “aparentemente” en el mejor momento de mi vida, continuando mi vida como si todo fuera perfecto; pero me llegó la hora de la comprensión, lo vi; y cuando eso sucede todo empieza a tambalear.
Es de comprender por qué tanta gente vive en la mentira y ni se les ocurre salir de ahí, están tan a gusto adaptados a la ilusión porque les aporta muchos beneficios y les evita tener que pasar momentos incómodos. De hecho que los momentos más incómodos de mi vida los pasé durante esa época en la que decidí abandonar la hipocresía para vivir en la verdad. (lo contaré en futuros artículos)
También es cierto que muchos no conocen otra cosa que la mentira, por tanto no pueden distinguir si siquiera ver donde están. Es como si le preguntaras a un pez ¿Qué es el agua? No sabría decírtelo, es donde vive y se mueve a cada instante de su vida desde que nace y hasta que muere. No hay separación entre el agua y el pez, son la misma cosa desde su percepción limitada. Pero todo pez se puede dar cuenta que le falta algo esencial cuando le sacan del agua; empieza a sentir un ahogo, no puede vivir fuera del agua porque se asfixia.
Hay muchas personas que viven en la mentira pero a raíz del desarrollo de su propia consciencia se despiertan y con ello se dan cuenta que mienten y se mienten, pero no saben qué hacer o cómo cambiar esa situación que les desagrada en lo más profundo de su alma, pueden ver la insatisfacción de fondo que sienten, pero todavía no saben ni imaginan como es vivir fuera de la mentira. La mentira y está mal vista, es cierto que es pura falsedad e hipocresía, pero es lo que les ha permitido sobrevivir a casi todos en este mundo. Pero en algún momento se preguntan: ¿Cómo salir de una pecera que apesta a autoengaño para vivir en un espacio limpio de mentiras si todavía no sé respirar en la verdad? ¿Viviendo en la verdad seguiré teniendo los mismo beneficios que me da la mentira?
Los seres humanos vivimos en una realidad que construimos “a medida” de nosotros mismos para poder soportar y sostener el proyecto de vida que hemos creado. Para ello debemos desarrollar una gran habilidad interpretativa, ya que “la realidad” es un conjunto de interpretaciones que satisfacen a la mente, el ego y los condicionamientos que tenemos. Una de esas interpretaciones erróneas es que la verdad duele, hace daño, o destruye. Otra interpretación es que la mentira es muy bondadosa, compasiva, comprensiva. Para muchos la verdad es cruel, dolorosa, angustiante y depresiva, por tanto debe ser evitada a cualquier precio. En este sentido, y según esta percepción, el que busca la verdad merece el castigo de encontrarla. ¿Quién es el loco que quiera auto-castigarse?
Por otro lado la realidad en la que vivimos, aunque no sea real, es llevadera. Es una creación de nuestra mente, que quiere que las cosas sean de una determinada manera. Entonces construimos grandes edificios virtuales en los que luego pretendemos vivir felices y contentos. Cual un proyecto 3D, cada cosa la ponemos en su lugar, cada persona la definimos de una determinada manera, cada situación la acomodamos a las formas ya establecidas. Así es como creamos una realidad que se ve desde fuera como real, incluso le hacemos mantenimiento, la decoramos y protegemos, pero desde dentro sabemos que es una construcción ilusoria que cumple con el objetivo de satisfacer las expectativas externas y los deseos propios de mostrarnos de una determinada manera. La mentira nos protege de lo desconocido, de lo incomodo e inseguro.
La realidad en la que vivimos (obviamente ilusoria) es falsa y acomodada. Es lo que llaman la zona de confort donde solo se admite lo seguro, cómodo y conocido, es el resultado de una gran labor mental; el problema está para aquellos que no tienen tanta astucia y sagacidad para crear realidades y que se te tienen que enfrentar a la verdad de la vida sin muchas posibilidades de evadirse de lo obvio. Son los más inofensivos, inocentes y desprovistos de herramientas para auto-engañarse. Esta preciosa gente es vista por los que viven en la mentira como manipulables. Pero justamente los que viven en la mentira, que son la gente más intelectual, rápida y astuta, los que están muy bien programados, y los que más fácil pueden crear sus propios auto engaños, para no cuestionarse jamás la consistencia de la realidad que han creado. El autoengaño que han creado es de tal calidad que no pueden darse cuenta de ninguna manera. Como si estuvieran viendo una flor de plástico tan bien lograda que es exactamente igual en aspecto a una flor de verdad, pero si les invitas a que se acerquen a tocarla y olerla, no lo harán porque saben que descubrirían la verdad, esto le supondría una experiencia demasiado traumática e insoportable.
Es justamente eso lo que les ocurre a todos aquellos que se atreven a asomarse al misterio de lo que está más allá de lo aparente. Abrirse al cuestionamiento de todo lo que le han dicho, de todo lo que creen y de la realidad que han creado para sobrevivir es un acto de gran coraje. Cada vez hay más gente que tiene esa necesidad. De repente se acercan tanto a su propia realidad que al tratar de tocarla y olerla se dan cuenta que es una ilusión. He aquí el nacimiento de la muerte de un falso proyecto de vida.
Todo lo que parece ser tan real es una gran mentira. Pero no por ello hay que desecharla, sino todo lo contrario, es cómoda, conocida, controlable y nos evita la angustia de tener que ver la auténtica verdad que hay en el fondo. Entonces ¿Porqué no continuar autoengañándonos creyéndonos que la flor es auténtica? ¿Qué necesidad hay de darnos cuenta que no estamos todo lo bien que parece que estamos?
Es fundamental comprender que cada individuo tiene su momento para darse cuenta de donde está, que la vida tiene infinitas maneras de ayudarnos a ver lo que es mentira y lo que es verdad, que a mucha gente le toca atravesar cavernas tan oscuras en la vida que solo pueden sobrevivir creando una realidad más bonita que sustituya ese infierno. Las opciones son muy claras: o pierden la cabeza volviéndose locos o se adaptan a una nueva realidad virtual que les salvará del infierno. Esta última opción es el arte del autoengaño.
Las personas que por cualquier razón se atreven a mirar hacia dentro de sí mismos, que expanden su consciencia, que se indagan profundamente, por lo general se dan cuenta que se mienten y que le han mentido, por tanto viven en una mentira; ellos saben y reconocen que por dentro no se siente la satisfacción que están mostrando por fuera.
En el proceso de exploración van detectando no solo el sufrimiento que tienen, ven cara a cara las resistencias al cambiar de vida; el apego es tan profundo, que sienten que se desgarrarían al salir de lo conocido. Pero además pueden ver el miedo a la libertad, la obsesión por el control, la represión de los deseos y sentimientos, la falsedad en la expresión, y por supuesto la rabia que esconden por no poder vivir en amor y libertad. Es obvio que ante este darse cuenta surge también la necesidad de perdonar a todos los que le metieron en esta mentira y de perdonarse a sí mismos por habérsela creído. Surge ahí otro impulso, el de romper los vínculos, de cortar las relaciones basadas en mentiras. Como si se estuviera ante un gran tsunami devastador.
Todo esto es natural en cualquier persona que haya llegado al punto en que surge de lo más profundo de su corazón la necesidad de vivir en amor, en confianza y en libertad, porque entonces nace impetuosa la urgente necesidad de acabar con la mentira.
Estas en un lío. Estas a las puertas del paraíso. Estás en un momento delicado que muy probablemente necesites apoyo. Estás a punto de saborear el manjar de la verdad. Estas en el proceso más bonito que se puede experimentar, es un auténtico renacimiento, porque cuando un pez sale conscientemente de las turbias aguas de la mentira, es porque ya está listo para respirar la verdad.
Alberto José Varela