Claudio Naranjo, médico y psicoterapeuta transpersonal
Tengo 84 años. Nací en Chile y vivo en California. Soy médico. Estoy viudo, sin hijos: el único que tenía murió en un accidente de automóvil. Soy antipolítico, porque los políticos temen que crezcamos. ¿Creencias? ¡ De todo tipo! Pero contrario a las religiones. Puedes salir de tus infiernos
Víctor Amela, Ima Sanchís, Lluís Amiguet
Víctor Amela
Ima Sanchís
Lluís Amiguet
“La psicoterapia con drogas psicodélicas es liberadora”
LV | Foto: David Airob

“La psicoterapia con drogas psicodélicas es liberadora”

Psiconauta

Claudio Naranjo es un sabio psiconauta: explora como médico y científico las fronteras de cuerpo y alma. A principios de los años sesenta sanó sus propias heridas psíquicas mediante uso de sustancias psicoactivas, de las que sus pacientes también se beneficiaron: amanecía un nuevo horizonte terapéutico... que se truncó por el prohibicionismo de los gobiernos. Pero Naranjo no ha dejado de indagar desde entonces, y ahora expone sus conclusiones en Exploraciones psicodélicas (La Llave), libro que ojalá propicie la descriminalización de esas drogas y un aprendizaje que reabra una era de progresos en favor de la salud mental. Naranjo se ofrece para formar especialistas.

Qué es un fármaco psicodélico?

Una sustancia que moviliza la conciencia del que la toma.

¿Con qué objetivo?

Ayudarle a entender qué le sucede a su psique, para poder integrarlo y así mejorar su vida.

¿Qué sustancias maravillosas son esas?

Yo he investigado cuatro psicodélicos, como médico: ayahuasca, hongos, iboga y MMDA.

Son drogas.

Son psicofármacos. La “guerra contra las drogas” los satanizó, frenó la investigación científica sobre sus efectos terapéuticos.

¿Ha probado esos psicodélicos?

En experimentos personales en los años sesenta, pese a las legislaciones prohibicio­nistas.

¿Bajo mano?

Guiado por expertos, y amparado por una universidad en Chile y por el gobierno de Brasil. Y por eso expongo mis conclusiones.

¿Cuáles son?

Que el uso terapéutico de psicodélicos ha mejorado la vida de muchos pacientes míos. Empezando por mí mismo...

¿Médico, cúrate a ti mismo?

La farmacéutica Sandoz nos distribuía ampollas con dosis de LSD para experimentar, en 1960. En un cuarto insonorizado y oscuro, me inyectaron 60 microgramos de LSD...

¿Y qué tal?

El techo devino transparente. Cuatro horas más tarde, ya en casa, vi a mis plantas respirar. Escribí algo, y resonó la voz de Neruda, oceánica, abarcando todas las emociones. Y oí un fragmento de la música trágica de la ópera Carmen, cuando el torero la amenaza.

Visiones, pero... ¿se curó de algo?

Yo era patológicamente tímido y aterrado por lo trágico: todo eso afloró, y entendí que vivía desconectado de mí, con la ciencia como ­refugio.

La ciencia está bien.

Pero no podía amar. A causa de un vínculo roto tempranamente con mi madre: me lo desveló otra dosis. Decidí apostar por amar a una mujer. Y... me dejó. Me deprimí muchísimo... ¡Pero yo ya estaba en el camino!

¿Qué camino?

El mío, el de reconectarme conmigo mismo. Las experiencias psicodélicas son transformadoras: súbitamente, me sentí capaz de ayudar a otros.

¿Y qué hizo?

Mejoré la vida de mis pacientes. Y presenté informes... que mis colegas criticaron, cargando contra la evidencia de los hechos.

¿Y eso por qué? Si demostraba ser útil...

La soberbia académica no puede aceptar saberes que asocia a chamanes analfabetos.

¿Ese prejuicio académico llevó a la prohibición?

Eso y una reacción autoritaria del gobierno estadounidense en 1964... ante el entusiasmo desmedido de los hippies y de Timothy Leary.

Profesor universitario y escritor, ¿no?

De Harvard, sí: fue expulsado. Iniciado por mi gran amigo Frank Barron, Leary se obsesionó con promover el libre consumo de LSD entre los jóvenes...

Y el gobierno se asustó.

Dos arrogancias chocaron, la cultura y la contracultura. Y ahí se inventó una guerra contra la droga..., con la excusa de la salud.

¿Excusa? Algo habría...

No. Los psicodélicos no dañan cromosomas, no son adictivos, no provocan locura ni suicidios. Y con todo esto la ciencia perdió: ¡todos perdimos! Algunos, discretamente, siguieron experimentando en Palo Alto sobre LSD y creatividad, ahí Aldous Huxley.

¿Qué psicopatologías pueden curarse con psicodélicos?

Rechazo hacer listas, sostengo que la experiencia psicodélica es liberadora: exacerba tu sentido crítico ante dogmas y autoritarismos externos e internos. Te hace filósofo, te libera de muchas riendas, del mal emocional. ¡Y por eso es una experiencia curativa!

¿De dónde deriva el mal emocional?

De haber reprimido nuestro fondo animal. Reconcíliate con él y recuperarás salud. No seas sólo una máquina intelectual.

¿Qué tiene de particular la ayahuasca?

La harmalina, por ejemplo, un alcaloidepresente asimismo en la Peganum har­ma-, planta de Siria: hace aflorar instintos muy arcaicos, de la raíz, del inconsciente co­lectivo.

¿Y el MMDA?

Es un empatógeno. Un optimizador afectivo: sientes más el vínculo con el otro. Durante dos horas, amas sin problemas. Aprecias la vida. Son unas vacaciones de tus neurosis.

A las que regresas luego.

Pero haber vivido eso te ayudará luego a verte desde fuera. Y eso es ya muy sanador.

¿Y la ibogaína?

La descubrí y patenté, como terapia contra las adicciones al opio y la cocaína. En su dosis idónea procura una experiencia de muerte y renacimiento impresionante: es muy liberadora, es decir, sanadora.

¿Y la psilocibina?

Principio activo de los hongos Psilocybe, es una buena alternativa al LSD: es más controlable, tu voluntad puede modular sus efectos. Si corriges lo que toca, sanas. Si no... te quedas en tu infierno, el que te mereces.